Los residentes de una comunidad de vecinos de la calle Monasterio de Siresa, en el zaragozano barrio de Las Fuentes, no podían dar crédito a sus ojos. El pasado mes de julio, un grupo de trabajadores con monos y mascarillas entró en su bloque, de siete plantas y 28 viviendas, y estuvo «rato y rato sacando colchones, muebles, vajillas» de uno de los pisos.

Ese día muchos de los vecinos se enteraron de que en su edificio vivía una mujer de unos 50 años y de «aspecto normal» que sufría el síndrome de Diógenes. «No lo esperábamos», subraya Pilar, que fue testigo de cómo los operarios «echaban la basura que sacaban a la calle a un camión con trituradora» aparcado cerca del bloque.

Los menos sorprendidos de esta operación fueron los que vivían más cerca de la afectada, que fue evacuada en una ambulancia. «Llegó un momento en que el olor era muy fuerte, el descansillo de la escalera apestaba», asegura una vecina.

Según algunos residentes, el hedor no solo procedía de la comida acumulada y que hacía «chorrear» la nevera. «Se dijo que tenía dos perros y que uno de ellos estaba muerto», manifiesta un inquilino que desea preservar su anonimato.

El día de esa inesperada operación limpieza, María dice que vio cómo se llevaban «todo» lo que había en el piso. «Bajaron el frigorífico, las camas, un montón de aparatos, el sofá, varias almohadas, todo...», enumera. En su opinión, algunos electrodomésticos y muebles deberían haberse salvado. Pero no fue así. «El piso quedó totalmente vacío y ahora no vive nadie, que yo sepa», añade.

GUSANOS POR LAS REJILLAS

Juan, un jubilado que se dispone a entrar en el bloque, cree que el Ayuntamiento de Zaragoza se vio obligado a actuar porque «la suciedad llegó a convertirse en un problema para muchos miembros de la comunidad». «Había personas que me decían que por las tuberías y las rejillas de los servicios salían gusanos», explica.

No todo el mundo se vio afectado por esa repugnante invasión. «Yo vivo en el mismo piso que ella y lo cierto es que no noté nada raro, ni malos olores ni nada, porque estos pisos, los que hacen esquina, están muy aireados», comenta una mujer mayor que tampoco quiere facilitar su nombre.

En su opinión, «se notaba que era una persona que no estaba bien, pero nada más». Considera que nadie de la comunidad avisó a los servicios municipales porque ella «no había oído quejas».

CRECEN LOS RUMORES

Otros residentes apuntan que la mujer con síndrome de Diógenes tenía problemas para pagar el agua y la luz, y quizá en una inspección salió a relucir que tenía su piso hasta arriba de trastos y que el olor que salía al rellano era nauseabundo. No falta el vecino que no se cree «la historia del perro muerto», que atribuye a la «imaginación» de gente que hace conjeturas de algo que no ha presenciado.

«Nadie nos dio explicaciones de nada, si vinieron a vaciar el piso fueron muy discretos», indica Juan, el jubilado. Desde su punto de vista, esa forma de actuar fue la correcta en un caso de síndrome de Diógenes.