Los habitantes de Artieda se resisten a retirar las enormes pancartas de Yesa No que engalanan la mayoría de los balcones de la pequeña localidad zaragozana. Aunque el anuncio de la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, de paralizar las expropiaciones del municipio para recrecer el pantano se ha acogido con alivio y esperanza por los afectados, parece que no ha sido del todo suficiente. "Mientras se hable de cota intermedia y las máquinas continúen trabajando, aunque sea a un ritmo más lento, esto no es como para tirar cohetes", asegura el alcalde, Luis Solana, durante un receso en la cooperativa de porcino de la que es miembro.

Los recelos sobre el futuro persisten en todos los corrillos de un pueblo acostumbrado desde hace décadas a una lucha hasta el momento incomprendida. "Confío más en el Gobierno del cambio de Madrid que en el Ejecutivo aragonés. La ministra nos está demostrando tener sensibilidad con este problema. Sin embargo, tanto el presidente de la Diputación de Zaragoza, Javier Lambán, como el vicepresidente José Angel Biel y el propio Ejecutivo de Iglesias quieren marcarse un tanto con el recrecimiento medio", asegura el vecino José Iguazel.

La huerta, amenazada

"Dada la estructura del valle, cualquier recrecimiento, sea grande o pequeño, es nefasto, ya que lo primero que nos arrebatarían sería la huerta", añade el alcalde. Y precisamente, la mitad de la tierra de cultivo del municipio es huerta. "Estamos hablando de nuestra vida y el futuro de nuestros hijos", dice Juana María Márquez, quien recuerda que del centenar de vecinos censados en Artieda, una decena son menores de 20 años y otra tienen entre 20 y 30 años.

"Aquí, toda la actividad se centra en el campo", manifiesta Natividad Lacunza. Artieda cuenta con dos cooperativas privadas que concentran el 50% de la agricultura y la totalidad de la ganadería porcina. "La expropiación de las tierras significa coartar la esperanza de los jóvenes que trabajan en el municipio", contesta Juana María, quien, como el resto de los vecinos, aún mantiene vivo el recuerdo "y las penalidades que sufrimos" por las obras del actual embalse. Quizás por ello, reconoce que se le puso "la carne de gallina" y el pelo se le erizó de la emoción cuando se enteró de la orden dada por Narbona a la Confederación Hidrográfica del Ebro.

Porque la sensación generalizada es la de una "deuda histórica no recompensada" y la de "castigo" hacia el pueblo. "Yo no nací con un pan sino con una pancarta bajo el brazo", apunta Raquel Iguazel, de 22 años, que regenta el albergue de peregrinos del Camino de Santiago. Y es que la vida de viejos y niños se ha caracterizado y caracteriza por la presencia impuesta del pantano.

"Esta comarca ya ha sufrido muchísimo. Ahora, el problema que se plantea es de valentía, porque creemos que existen otras alternativas", comenta el alcalde.

La sensación de impotencia y de ser objeto del despecho de algunos flota en todos los comentarios. "No entendemos cómo ni siquiera se publicita que el municipio, que forma parte del verdadero tramo aragonés del Camino de Santiago, conserva parte del firme romano original y de dos iglesias románicas que están amenazadas con el recrecimiento", lamentan.