Un episodio de sangre en la orina le asustó. El segundo, con coágulos incluidos, le convenció de que debía acudir a Urgencias de inmediato. Así que tomó un taxi y se presentó en el hospital Miguel Servet, donde pasó por los pertinentes controles en información y triaje antes de tomar asiento en la sala de espera. No se planteó advertir al personal de sus problemas auditivos. «Nunca me había hecho falta», pero aquel día de verano todo fue diferente. «Creo que había algún problema porque a veces se avisaba por megafonía y otras salía un celador pero en voz muy baja», expone.

Ni siquiera había llenado la muestra de orina que se le pidió cuando le pareció escuchar por megafonía «algo parecido a mi nombre», pero «apenas llevaba allí un minuto. No era posible», asegura. La voz requería la presencia al box número, así que, por si acaso, Javier Estrada, de 70 años, acudió. «Estaba sentado al final, frente al box número 20, así que decidí acercarme al 1, cercano al mostrador donde se encuentran las enfermeras. Me senté en una silla justamente frente a ellas», añade.

Han pasado numerosas semanas desde entonces, pero Javier, que vive solo, recuerda con exactitud que la actividad del personal sanitario era «superior al 100% y con una entrega y celo encomiables».

Atención inminente

Cuatro horas después decidió acudir al mostrador a preguntar. «Tras mirar el ordenador me respondieron que no faltaba mucho para atenderme. Después de siete horas allí, volví y la respuesta fue la misma».

Finalmente, al cabo de 8 horas y media, alguien le pidió su tarjeta sanitaria. «Me dijeron que el ordenador había borrado ya mi cita porque no había acudido a las llamadas, así que tenía que empezar el proceso desde el principio». Aunque no fue así. En la oficina de identificación, un profesional «exquisito» se desvivió por solucionar su problema una vez que, esta vez sí, Javier le trasladara su problema auditivo. «No me fugué, soy sordo. La próxima vez lo diré antes, está claro».

En este sentido, desde el hospital se advierte que, en estos casos, «la enfermera de triaje es la que avisa al personal de que la persona es sorda y cuando le llaman van a buscarlo directamente».

Su discapacidad auditiva se remonta a 1998, cuando fue operado de cáncer de pulmón. En la intervención se le quitaron los lóbulos medio e inferior del pulmón derecho y los efectos secundarios de la posterior quimioterapia le provocaron la pérdida de alrededor del 80% de su oído derecho y un 30% del izquierdo».

«De vuelta al mostrador, repliqué que no comprendía cómo me habían dicho en varias ocasiones que me iban a atender enseguida. La respuesta fue que había mucho estrés. Y es cierto. Lo pude comprobar».

Solucionado

Más de nueve horas después, Javier fue diagnosticado con una infección en la orina que se solucionó con antibiótico. «Estoy orgulloso de tener una sanidad en Urgencias así» y sugiere «carteles informativos» que emplacen a los sordos a pasar por información de los boxes.

Precisamente, el consejero de Sanidad, Sebastián Celaya, se reunió recientemente con la asociación de sordos de la comunidad que planteó esta problemática al máximo responsable de la sanidad en la comunidad, si bien desde el departamento se asegura no tener constancia de este caso particular.

Según la Administración, el consejero se mostró «muy receptivo» hacia las peticiones de este colectivo y aseguró que se estudiará cómo mejorar el protocolo respecto a la atención sanitaria hacia ellos.

Este caso se une al acaecido, el pasado mes de agosto, en Almería, donde una persona sorda se vio obligada a esperar casi siete horas en Urgencias.