"Es el mundo al revés", explicaba la semana pasada un letrado zaragozano en una airada carta remitida a la Universidad de Zaragoza, después de que esta, a través de su fundación Universia, le requiriera pagar 50 euros por gastos de tramitación del practicum de un alumno, al que tuvo tres meses en su despacho, teóricamente a cuenta de la institución educativa. "Bien está que no tenga remuneración", explicaba, "encantado de la vida de ayudar" a la formación de un letrado. Pero encima le toca pagar.

Aparentemente se trata de un error, según explicó el decano del Colegio de Abogados de Zaragoza, Antonio Morán. "Nos avisó del caso, y nos pusimos en contacto con otros abogados y empresas que tienen alumnos en prácticas, y a nadie más, que sepamos, le han pasado factura. Es ridículo", confió. "Si no fuera así, ya nos encargaríamos de emitir una recomendación para que los colegiados no aceptasen alumnos en prácticas", añadió Morán.

El letrado aceptó, a través de la citada fundación Universia, que un alumno de quinto curso de Derecho se formase durante tres meses en su despacho, con acceso a todos los archivos, acompañándole a juicios, al notario. En definitiva, a comenzar a aprender el día a día que no se puede enseñar en el aula. Una actividad que aceptó gustoso, ya que todos los letrados han pasado por ello y agradecen que alguien les ayude a dar los primeros pasos. Lo que le pareció inconcebible es que, tras ese servicio altruista, encima tuviese que pagar, y no al alumno, sino a la universidad.

Lógicamente no se trata de un problema de cantidad, ni siquiera del pago en sí --que en un momento dado podría abonar el propio alumno--, sino del concepto. Y del hecho de que no hubiese aviso previo. La "letra pequeña" a la que, al parecer, aludieron en la universidad cuando acudió a pedir explicaciones tendría que ser muy pequeña para pasar inadvertida a alguien acostumbrado a gestionar documentos.