Si hay una palabra que en la última semana se ha repetido hasta la saciedad en España es la de plagio, seguida de máster y continuada por la de tesis. Cristina Cifuentes, Pablo Casado, Carmen Montón y Pedro Sánchez han motivado estos meses el revuelo mediático, pero lo cierto es que tanto copiar como evitar que los alumnos lo hagan es algo que existe desde tiempos inmemoriales.

En la Universidad de Zaragoza cuentan, desde abril, con una herramienta antiplagios para detectar copias en trabajos académicos. «No queremos perseguir a nadie ni poner ceros, sino fomentar las buenas prácticas, enseñar cómo citar las referencias y demás», explica a este diario Fernando Tricas, vicerrector de Tecnología de la Información y de la Comunicación del campus público.

El sistema, disponible a través de la plataforma virtual de docencia de la institución académica, produce automáticamente un informe de detección de plagio para cada tarea o taller entregado telemáticamente por el estudiante. «Es el profesor el que decide si el texto es analizado por la herramienta o no. También sirve de ayuda para agilizar su trabajo en correcciones y simplificar procesos», añade Tricas.

FUNCIÓN DISUASORIA

El programa realiza una búsqueda entre una colección de internet de miles de millones de recursos en línea (artículos, páginas web, publicaciones de blogs, noticias, archivos...) y trabajos estudiantiles en el repositorio de la aplicación. «Si se detecta un caso de plagio, nuestra normativa dice que automáticamente la asignatura es suspendida con un 0. Sin embargo, dependiendo del caso, de si se trata de un alumno de 1º de grado que sucumbe a la tentación o si es uno de doctorado, se pueden tener alternativas», explica el vicerrector.

«El profesorado revisará el porcentaje de semejanzas del texto analizado y emite un informe. Le puede dar una copia del mismo al alumno y es a él a quien le comunica el plagio», añade Tricas al respecto.

Desde su implantación en abril, se han escaneado 4.183 documentos con esta aplicación web, según los datos facilitados por el campus público. De ellos, un 73% tenía menos de un 25% de copia identificado por la herramienta y solo 10% que contenía más de un 50% de copia. Por áreas, Humanidades y Sociales es donde más efectividad puede demostrar la aplicación. «Son carreras con trabajos de texto más largos, mucha bibliografía y demás. Desde ahí se nos demandaba algo así y creo que la mayoría de las universidades terminarán por adquirir este producto. Es útil para el docente», comenta Tricas.

El vicerrector es consciente de que «casi nadie» hace un trabajo creativo desde cero. «Existe una tentación fuerte para copiar y recurrir a los atajos. Si los estudiantes saben que esta herramienta existe quizás ya no se fíen tanto de copiar. Existe una clara función disuasoria», dice Tricas. «Estamos en una zona de grises que hay que manejar con cuidado. Tenemos un objetivo doble: evitar la intención del estudiante de recurrir a internet para su trabajo y, por otro, que el profesor enseñe a citar», añade.

La herramienta del campus también quiere fomentar el uso de la propiedad intelectual y la elaboración de trabajos académicos. Sin embargo, el boom mediático de los últimos meses «preocupa mucho» en el campus por la sensación «negativa» que deja. «Se está expandiendo una opinión generalizada de que copiar es fácil o es lo habitual. Nos tomamos muy en serio los títulos académicos y quien los tiene es porque ha trabajado para ello. Nada se regala», argumenta Tricas.

El vicerrector asegura que «la copia no es un problema masivo» y en la mayoría de ocasiones responde a un problema de elaboración del alumno. La copia o el plagio en una tesis es «muy difícil» que ocurra porque «supone que el alumno intenta engañar a su tutor, con quien existe una relación directa». «El trabajo se lee con atención ante un tribunal de entre 3 y 5 personas, expertos en la materia. No es lo mismo un trabajo de grado de una asignatura de 2º que documentos de educación más superior», apunta Tricas.