Las imágenes que se pudieron ver el pasado sábado de El Tubo abarrotado de gente no gustaron a nadie. Ni a las instituciones, ni a los vecinos, ni mucho menos a los hosteleros. Fuentes de la junta de la Asociación de Empresarios de El Tubo aseguran que ellos son los primeros perjudicados por las aglomeraciones en sus calles, puesto que también son los que más «expuestos» están ante estas situaciones. «Nosotros también tenemos padres e hijos. Y somos los que más nos la jugamos tanto económicamente como en cuanto a la salud».

Desde la asociación piden que no se genere «alarma social» ante lo sucedido, puesto que se trata de una «excepción». Es más, este era el primer fin de semana para muchos bares en El Tubo. Muchos aprovecharon la llegada de la nueva normalidad y la reapertura de las barras para subir sus persianas. Y advierten: «La vigilancia para que se cumplan las medidas de seguridad no puede recaer solamente en los hosteleros. No podemos hacer de policías. Nosotros podemos vigilar a nuestros clientes y pedir que se pongan la mascarilla dentro de los establecimientos, pero fuera es imposible. Muchos locales siguen teniendo empleados en el ERTE y no pueden llegar a todo».

El corazón de El Tubo, ayer lunes, nada que ver con las escenas que se vivieron el pasado fin de semana (imagen inferior)

A pie de calle, la imagen de este lunes en El Tubo distaba mucho de la vivida el fin de semana. La «alegría» y las aglomeraciones hoy quedan lejanas, ya que falta mucho para que el consumo se reactive. El 35% de los bares de esta zona gastronómica siguen cerrados.

«Lo que sucedió aquí fue una vuelta a la nueva no normalidad. Las calles se empezaron a llenar a las 12 de la mañana, y se veían muchas personas, sobre todo jóvenes y universitarios que no son los clientes habituales de El Tubo», explica Miguel Ángel Almau, regente de Bodegas Almau, que no oculta que echó en falta más presencia policial. «Llevamos abiertos desde mayo y hasta ahora habían venido muchas veces por el tema de los veladores, las mascarillas y la distancia. Pero este fin de semana nada», cuenta. Y eso que este era el primero para muchos bares y que se esperaba movimiento. «Nosotros cumplimos con las normas y encima muchas veces la gente se nos enfada cuando les dices que no pueden entrar porque el aforo está completo», añade.

Este hostelero explica además que cuando recogieron el bar y la calle, después de cerrar, encontraron muchos vasos de plástico en el suelo y en los toneles que utilizan como mesas en las terrazas. Teme, asegura, que entre «los parroquianos habituales» de El Tubo hubiera muchas personas camufladas haciendo botellón. Sea como fuere, las instituciones ya se han hecho eco del asunto, y el Ayuntamiento de Zaragoza reaccionó ayer asegurando que se van a reforzar los controles «que ya se hacen habitualmente en esa zona». Aseguran que no constan llamadas alertando sobre lo sucedido ese sábado ya que de haberlas habido los agentes municipales habían acudido. No hubo «dejación», afirman desde el consistorio y explican que la Policía Local si estuvo en El Tubo en la hora de cierre (la 1.00) para comprobar que los bares cumplían con el horario marcado.

Música callejera

Además de la vuelta a la nueva normalidad, que atrajo mucho público, también hubo un músico callejero que generó multitudes a su alrededor. Desde la Asociación de Empresarios de El Tubo explican que no fue contratado por ningún bar y que no pudieron evitar que «hiciera su trabajo».

«Él también tiene que ganarse la vida. Estaba trabajando y que yo sepa la música no obliga a las personas a estar más cerca. La culpa la tiene la falta de responsabilidad personal de la gente, que nos perjudica a todos», argumentaba Teresa, del bar La Maribel. Según esta hostelera, no haría falta más presencia policial si la gente «supiera comportarse». «La Policía tampoco va a estar en cada esquina vigilando», cuenta.

Y sobre las culpas respondía también una vecina, que conversaba desde su balcón con otra mujer del edificio de en frente. «La culpa la tenemos nosotros, los vecinos, por no llamar a la Policía. Miedo no, pero estamos hartos de que haya jaleo», decía esta ciudadana, llamada Pilar.

Ahora, en El Tubo temen que, de repetirse las imágenes, se impongan medidas más restrictivas. «Somos los primeros interesados en que todo se haga bien. Estamos muy preocupados por la continuidad de muchos establecimientos y echamos más horas que nadie», dicen desde la asociación. Piden, también, no confundir términos: «Somos un atractivo turístico y una zona gastronómica, no una zona de botellón».