Comenzar con un negocio supone una gran inversión que poco a poco se va recuperando con el buen funcionamiento de la tienda, pero Estela Salguero cuenta que en su caso, la tienda de ropa Sofía Mare no pudo gozar de ese buen comienzo debido que, tan solo 12 días después de inaugurar el local, se decretó el estado de alarma. «Hemos estados dos meses cerrados por lo que hemos decidido no cerrar en el mes de agosto para poder retomar la actividad con normalidad y subsanar los gastos de estos primeros contratiempos», cuenta.

Este negocio familiar afronta con optimismo el no tener vacaciones para «hacer frente a dos meses de pérdidas que han hecho mucho daño» debido a que ha habido tiempo para hacer cálculos y para conocer la situación del negocio. Salguero explica que cuando se adentró en este negocio «se compró ropa de manga larga donde no había nada de verano». Toda esa ropa ahora se encuentra aún en la tienda y a la venta «porque lo tenemos que liquidar, lo que implica unas pérdidas bastante grandes porque no hemos podido facturar y hemos seguido pagando». Esta joven explica que habrán perdido «en torno a 3.000 euros».

Salguero teme al futuro pero a pesar de eso, asegura que «se está apoyando mucho al pequeño comercio» y que van teniendo, a medida que pasan los días, «mejores expectativas» que en un principio y confían en que los meses de verano sirvan para poder salir a flote.

Durante estos dos meses de parón, los comercios han tenido que reinventarse e intentar mantenerse activos para que no cayera todo de golpe. «Hemos potenciado la venta on line, que era algo que al principio no teníamos en mente y que ahora la hemos puesto en marcha». Además, en la búsqueda de poder aumentar ventas, esta tienda ha decidido también suministrar uniformes de colegios, «lo que implica que en el mes de agosto estaremos bastante ocupados para conseguir que en septiembre, con la vuelta del curso escolar, todo esté listo y a tiempo».

MARÍA JOSÉ MONTORNES (MERCERÍA ALQUEZAR): «Lo hemos pasado mal y si estamos abiertos en agosto, algo sacaremos»

Durante estos dos meses, las manos expertas y las no tan acostumbradas a este tipo de labores, se han volcado con las necesidades sanitarias cosiendo batas y mascarillas pero, cuando el hilo se acababa, había que poner fin a la actividad debido a que las mercerías como Alquezar, situada en el barrio del Actur, han estado cerradas hasta hace apenas unas semanas.

La dueña de esta mercería, María José Montornes, cuenta que poco a poco están volviendo a la normalidad pero que ha decidido no cerrar «los 15 días que de normal nos íbamos de vacaciones a la playa y manteníamos cerrado el local».

Montornes explica que aunque va a reducir el horario de apertura de cara al público, quiere mantener las puertas abiertas en agosto porque «lo hemos pasado mal y si estamos abiertos, algo sacaremos». Si se echa la vista atrás «ha sido duro», cuenta Montornes, que es consciente del daño que han hecho los dos meses con la persiana bajada. A pesar de esto, asegura que se nota «más apoyo al comercio local» y que las clientas «son las primeras que vienen y te dicen que quieren ayudar a este tipo de negocios».

Montornes se siente muy orgullosa de sus clientas de siempre, que fueron el primer día de apertura porque a todas «les faltaba hilos y gomas después de coser tantas mascarillas y de volver de nuevo a hacer este tipo de labores». Este año tendrá que esperar 365 días para poder disfrutar de unas semanas en la playa pero confía en que el verano devuelva la estabilidad perdida al negocio.

Además, explica que ha contado estos meses con una ayuda importante para hacer frente al parón de las ventas. «Hemos llegado a un acuerdo con los dueños del local y no hemos tenido que pagar el alquiler. Se han portado muy bien con nosotros en unos momentos tan duros» donde han tenido que seguir haciendo frente a gastos de proveedores y al acondicionamiento de la tienda con aparatos para desinfectar la ropa y mamparas.

María José, detrás del mostrador de su mercería. FOTO: CHUS MARCHADOR

VÍCTOR MARTÍNEZ (LOS AMIGOS DE DÉXTER): «Los gastos han venido igual y al final no nos iremos de vacaciones»

Las tiendas especializadas en animales no han sido la excepción y también se han visto perjudicadas durante estos dos meses «donde no hemos facturado lo que estábamos acostumbrados a facturar años atrás», cuenta el dueño de Los Amigos de Déxter, Víctor Martínez. «Los gastos han venido igual y al final hemos decidido que no íbamos a tener vacaciones».

Al tener comida para animales esta tienda se convirtió en un servicio de primera necesidad y, aunque han estado abiertos algunos días en horario de mañanas, han notado las consecuencias económicas. «Hemos notado que muchos se han acostumbrado a comprar on line o si la comida no tenía que ser una en concreto, han acudido a supermercados para salir solo una vez a un único sitio».

Actualmente, tanto Martínez como su mujer, también dueña del local, han tenido que adaptarse a la jornada laboral teniendo un niño en casa que lleva ya meses sin ir al colegio. «La primera semana después del confinamiento fue una locura, no nos daba tiempo ni a coger el teléfono porque los perros necesitaban peluquería por tema de salud y hubo muchas ventas, por lo que en este aspecto hemos estado desbordados».

Una vez pasado el ‘boom’ de la peluquerÍa canina, llega el momento de ver qué pasará

Martínez cuenta que gracias a las ayudas del Gobierno y a los ahorros que tenían por si venía un imprevisto, se han podido mantener hasta que han vuelto a la actividad normal. «Me siento afortunado porque estamos bien y aunque no nos podamos ir de vacaciones este año, soy consciente de que hay muchos otros comercios que no van a poder levantar la persiana».

Una vez pasadas las primeras semanas donde los dueños han acudido masivamente a esta tienda, Martínez cuenta que «ahora es cuando llega el momento de ver la realidad y de ver cómo responden los clientes después de esta crisis». De momento, desde Los Amigos de Déxter aseguran que se está notando «a nivel de venta de juguetes, de chuches y de correas», donde se puede apreciar que la gente que antes acudía semanalmente, se resiente a hacerlo.