La visita fue corta pero amable. Hasta una jota alusiva se llevó de vuelta. "Hay días alegres y días de pena / hoy tocar cantar bueno / porque está aquí doña Elena". Lo cantó el grupo La Fiera en la Real Maestranza de Caballería, lugar al que la Infanta había acudido para encabezar la reunión, en Zaragoza, de las cinco maestranzas de caballería que existen en España (Granada, Ronda, Sevilla, Valencia y Zaragoza). Corporaciones nobiliarias cuyo hermano mayor es el Rey y cuyo origen se remonta al siglo XVII, para que la nobleza se preparase para integrarse en los ejércitos reales (aunque actualmente, sus objetivos hayan derivado hacia actividades culturales y asistenciales).

Elena de Borbón llegó al Pilar, donde le esperaba la presidenta de la comunidad, Luisa Fernanda Rudi, para darle una bienvenida rápida (a las siete, Rajoy llegaba al Auditorio, así que casi no había hueco en la agenda). Con ella, estaban el delegado del Gobierno, Gustavo Alcalde, el consejero de Política Territorial, Antonio Suárez, el vicealcalde, Fernando Gimeno, y los Condes de Isla, responsables de la Real Maestranza de Zaragoza. Ellos le entregaron un ramo a doña Elena, antes de que entrara al Pilar. Allí, la Virgen lucía ya el manto de la citada y noble entidad. Esperaban los infanticos, los maestrantes, los curiosos... A una señora, la Infanta se le pasó de largo. "Ahiva, si era ella...

¡Le podía haber dicho guapa!", lamentaba. Elena de Borbón accedió al camarín, rindió honor a la Virgen y salió de la basílica hacia su segundo destino. De allí al palacio de Donlope (sede de la Maestranza), en la calle Dormer, separaba un breve paseo. La Infanta hizo paradas para saludar, haciendo gala de campechanismo borbónico. En la Maestranza, le esperaban muchos inviados... El acto privado tendría lugar escaleras arriba, sin prensa, con cóctel del Cachirulo. Antes escuchó Los labradores. Vio bailar jotas de Zaragoza y Alcañiz. Sonrió y posó con La Fiera: "Me ha encantado".