Una sucesión de peripecias dio con los huesos de Vicente B. F. en el calabozo de la Policía Local de Zaragoza, donde intentó quitarse la vida la pasada noche colgándose de los barrotes de una ventana con su propia camisa. No consiguió su propósito, porque fue descubierto a tiempo, pero hasta ese momento la más negra adversidad parecía haberla tomado con este joven valenciano de 29 años que había sido detenido en estado de embriaguez.

Primero, a las doce de la noche, colisionó con su coche, un Ford Focus , contra una furgoneta Citroën Berlingo que se encontraba estacionada en la calle de Zaragoza la Vieja, en San José. "Un vecino llamó para decirnos que se había dado a la fuga sin parar siquiera, y que tenía su número de matrícula y la marca y modelo del coche", indicó ayer un portavoz de la Policía Local.

Una hora y veinte minutos más tarde, una patrulla del 092 vio a un hombre parado junto a su coche en la avenida César Augusto. El vehículo estaba averiado y el conductor les hacía señas para que le echaran una mano. Nada más apearse de su vehículo, los agentes comprobaron, gracias al número de la matrícula, que el ciudadano en apuros era la misma persona que se había escapado tras chocar con una furgoneta.

Notaron que presentaba "signos evidentes" de ebriedad y le pidieron que se sometiera a la prueba de la alcoholemia. El primer test, orientativo, dio como resultado que llevaba una tasa de alcohol que triplicaba la permitida. Sin embargo, Vicente B. F. se opuso a que se le hiciera una segunda prueba de alcoholemia, la denominada oficial. Su oposición, considerada un acto de desobediencia grave, y el hecho de que condujera borracho fueron motivos suficientes para detenerlo allí mismo y trasladarlo a los calabozos de la Policía Local.

La celda no bastó para aplacarlo. Cuando nadie lo veía, se quitó la camisa, la ató a los barrotes de una ventana y trató de ahorcarse. Un policía lo sorprendió en ese instante y desbarató su plan, pero Vicente B. F. comenzó entonces a dar cabezazos a las paredes al tiempo que pedía a los vigilantes que le pegaran un tiro. Sólo cuando se hubo calmado pudieron los agentes presentarlo ante el juez.