Helena Robres Franco, una zaragozana de 46 años, sufre tetraplejia desde los cinco años. Su parálisis, causada por el virus Guillen Barre, provoca una degeneración crónica de sus articulaciones parcialmente funcionales. Cuando tenía siete años, acudió a un centro de rehabilitación en Toledo, donde le enseñaron a valerse por sí misma y a ser independiente. Siempre ha tenido una vida «muy activa y normal».

Fue a la universidad y se licenció en Derecho. Trabajó en el negocio familiar hasta 2005, cuando fue contratada como teleoperadora en la antigua HP (actualmente DXC Technology). En esta empresa lleva 12 años y desde hace ocho es delegada de UGT en el comité de empresa.

Con los años, la compañía adaptó su puesto de trabajo con una mesa adecuada y un teclado especial para su única mano funcional, la derecha. Sin embargo, en el 2012 empezó a tener problemas con este brazo. Tres años después, sufrió un brote agudo y le dieron la baja.

Helena ha perdido casi toda la movilidad en el brazo derecho, apenas puede hacer una pinza y ha perdido casi toda la fuerza. «Ya solo puedo firmar con la boca», explicó.

La ciudadana criticó el trato por parte de los tribunales médicos a los que tuvo que asistir cuatro veces. La médica encargada de valorarle «no quiso ni mirar los informes de los especialistas». Por aquel entonces, Helena tenía un 80% de discapacidad y tras perder prácticamente toda la movilidad de su brazo derecho solo obtuvo un incremento del 4%.

Ante sus crecientes problemas de salud, en abril de este año, la Seguridad Social le abrió el expediente de incapacidad. No obstante, el 29 de mayo, recibió una carta de esta misma organización en la que le daban el alta médica. Debía volver a su puesto de trabajo inmediatamente y le suspendían la prestación económica de incapacidad temporal por el vencimiento del plazo de la baja.

Este acontecimiento le provocó un ataque de ansiedad y los médicos volvieron a otorgarle la baja, está vez por depresión y ansiedad, pero lleva desde el 21 de julio sin cobrar. Ha presentado varias reclamaciones a la Administración, pero no ha recibido ninguna respuesta.

Helena ya estaba baja de ánimo por la perdida de movilidad en su brazo derecho que es «su única fuente de autonomía». Tras un año y medio de tratamiento, no hay esperanzas de que mejore y el dolor es una constante en su día a día, «no hay medicamento que me lo quite», señaló.

Iván, uno de sus compañeros de oficina y de sindicato, achacó esta situación a «un fallo de coordinación de la Seguridad Social». «Esta claro que le tienen que otorgar la incapacidad total», añadió.

Sus compañeros de trabajo le apoyan y han puesto en marcha una iniciativa en change.org para recaudar firmas y denunciar su situación. El escrito pide al Ministerio de Sanidad y a la Seguridad Social que «den una solución a Helena y no la mantengan por más tiempo en este limbo institucional». Además de que «asuman su pensión por gran invalidez que deberían de haberle otorgado hace ya mucho tiempo».

La afectada ha hecho todos los trámites legales y lleva cotizando desde hace 12 años. En cambio, ahora cuando realmente necesita ayuda económica, no se la están brindando. «Nunca he pedido nada y siempre he luchado por valerme por mi misma», afirmó. No quiero ser un «parásito», tal y como ella se calificó. Le gustaría poder seguir trabajando como ha hecho toda su vida, pero su prioridad es su salud y lucha por no perder totalmente el control de su mano derecha.

Ahora se ve sin fuerzas para seguir adelante. «No puedo ir a trabajar, pero tampoco subsistir con los 200 euros de la ley de dependencia». Antes cobraba unos 400 de prestación, pero con la crisis, en 2013, le rebajaron esta cuantía a la mitad.

Se independizó hace 8 años y su familia siempre la ha ayudado. Pero, ante la muerte de su madre, decidió contratar a una joven para que la ayude en su domicilio. Esta empleada, que pasa dos horas al día con ella desde diciembre, le supone un gasto del doble de la ayuda por minusvalía que recibe. Si sigue sin cobrar una ayuda por incapacidad, no podrá hacer frente a ese gasto.

Helena lleva meses decaída porque «ve que su vida ha empeorado mucho en muy poco tiempo». Sigue haciendo lo máximo que puede cada día y espera volver a encontrar la felicidad cuando esta lucha con la Seguridad Social termine.