El Instituto Confucio de la Universidad de Zaragoza se ha erigido como el centro referente para aprender chino en la comunidad. Allí conviven profesores originarios del país asiático, alumnos españoles y también estudiantes chinos que quieren perfeccionar el idioma. Dan Zhou es una de las profesoras del centro y confiesa que en el 2008, cuando llegó a Zaragoza. «no tenía ni idea» de hablar castellano.

Ahora, sin embargo, maneja el idioma a la perfección, algo «fundamental» para poder integrarse en una sociedad totalmente nueva. «Viví en China hasta los 28 años. Allí hice la carrera, el postgrado y trabajé un tiempo como profesora en una universidad. Sin embargo, por mis estudios, consideré interesante salir de allí para hacer el doctorado fuera de mi país», cuenta. En su mente estaba Estados Unidos o Europa. Al final, se decantó por la segunda opción. «Mi padre me dijo que la educación en España, enfocada a la investigación, estaba siendo muy potente, me habló de las ventajas del idioma, porque el castellano tiene futuro en Asia», confiesa Zhu.

Al llegar se produjo el gran cambio. «No sabía hablar nada. Me apunté a un curso de español en Interfacultades, empecé a hablar con gente. Lo cierto es que luego no me costó mucho adaptarme, la gente de esta tierra es acogedora, la vida es tranquila, pero todo lleva un proceso», dice la profesora.

Respecto a la invisibilidad de la comunidad china, Zhou confirma que la barrera del idioma «limita mucho» y reconoce que es «un error» que los chinos se centren solo en sus negocios. «Pensar solo en el bazar o en el supermercado hace que se pierda la oportunidad de integrarse», indica. «También es verdad que los chinos de segunda generación, los que ya nacen aquí, tienen otra mentalidad», apunta. Ella percibe esa sensación con los alumnos que acuden a Confucio y sus familias.

Sobre la discriminación, Zhou cuenta que «nunca» ha sufrido un caso de racismo. «No he tenido que afrontar una situación desagrable. Sin embargo, sí he presenciado situaciones complicadas entre chinos y gente de aquí. El idioma, al final, es un problema y cuando falta el entendimiento se produce algo incómodo», cuenta.

Por otro lado, Zhou expone «los problemas» que se ha encontrado a la hora de gestionar papeleo. «Permiso de residencia, de trabajo... para todo nos ponen problemas. Los títulos tardan mucho en homologarse porque entre los gobierno no hay fluidez, eso se debería agilizar», añade Zhoy.

Está «encantada» con la comida, con su vida en Zaragoza y su trabajo en el Instituto Confucio. «Soy china pero me siento de aquí, estoy como en casa. Zaragoza ha mejorado mucho en 10 años, se ha abierto al mercado chino y creo que el idioma es también una salida para los aragoneses», apunta.