Desde ayer ya se puede disfrutar de las 120 fotografías que forman parte de la obra de 40 fotoperiodistas españoles, reconocidos a nivel internacional, que se expone en La Lonja de Zaragoza. El título de la exposición, Creadores de conciencia, refleja el efecto que se produce en todos aquellos que la contemplan.

Algunos de los fotógrafos participantes manifestaron su desacuerdo con el nombre debido a que no pretenden adoctrinar ni crear conciencia. Ante esto, Chema Conesa, comisario de la exposición, comentó que «la fotografía no es de quien la hace, sino de quien la ve y el que la ve tiene derecho a reaccionar».

También el periodista Alfonso Armada, presidente de Reporteros Sin Fronteras, se manifestó respecto a este desacuerdo asegurando que tras ver esta exposición, «uno acaba tocado».

Durante la presentación de la exposición estuvieron presentes algunos de los periodistas como Sandra Balsells, Javier Corso o Gervasio Sánchez, que arriesgan su vida para dejar testimonio de lo que ven, buscando la veracidad de las imágenes sin manipulaciones posteriores que puedan dar lugar a noticias falsas.

Armada habló sobre el coste elevado de cubrir conflictos internacionales para los periódicos, lo que supone que finalmente se terminen dejando de lado estos temas, pero como aseguró, «por mucho que se quiera mirar a otro lado, la realidad acaba traspasando fronteras y llegando a nuestros países».

La exposición se compone de 120 fotografías que conforman un «mapa de hechos» y «un retrato veraz» de los dilemas a los que se enfrenta la comunidad mundial. Muchas imágenes reflejan los movimientos migratorios o las consecuencias de conflictos bélicos, como en Siria, pero hay también otras que hablan de educación, memoria histórica o igualdad.

La exposición ha estado anteriormente en el Palau Robert de Barcelona y en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde fue visitada por 115.000 personas. En Zaragoza se puede disfrutar hasta el día 8 de septiembre. La vicealcaldesa de Zaragoza, Sara Fernández, deseó que en la capital tuviera también una «muy buena acogida», debido a que se trataba de imágenes «crudas pero necesarias» para alertar de lo que ocurre en otros lugares del mundo.