El Movimiento Rural Cristiano de Monegros lleva casi 20 años colaborando con Nicaragua en el área de Ocotal, una ciudad de unos 50.000 habitantes situada al norte del país, en la frontera con Honduras. En todo este tiempo, la entidad, que se financia con las aportaciones de 300 socios y de las instituciones aragonesas, ha abierto un centro de salud y otro preescolar, una casa de la cultura y un centro de día para personas mayores.

Además, desde hace solo dos años gestiona una finca agrícola y ganadera, de dos hectáreas, donde se cultivan hortalizas y frutas tropicales. Esta propiedad cuenta asimismo con una granja de cerdos, pollos y conejos.

«Nada de lo que se obtiene en la finca se vende, todo llega a las personas que lo necesitan, las que tienen menos medios y viven en la pobreza», explica Antonio Brosed, presidente de la entidad monegrina y, como él mismo dice, su «cabeza visible». «Soy más conocido que otros miembros de la oenegé porque paso largas temporadas en Ocotal, supervisando los proyectos y haciendo gestiones ante las autoridades locales», señala Brosed, que tiene 72 años y se dedica en cuerpo y alma a la organización no gubernamental desde que se jubiló. «La clave del trabajo de una oenegé está en trabajar sobre el terreno, en no perder de vista los proyectos que se empiezan», cuenta Brosed, que ahora descansa en Robres, en los Monegros oscenses, tras una larga temporada en el país centroamericano.

AYUDA RÁPIDA

El grado de implicación del Movimiento Rural Cristiano de Monegros en las distintas iniciativas es variable. «El Gobierno nicaragüense se ha ido haciendo cargo de muchas cosas, trabaja mucho por los más desfavorecidos, en particular en asuntos de salud y educación», afirma Brosed. Eso permite al movimiento que preside apoyar otras acciones, como tres aulas preescolares, dos casas maternas y una escuela de discapacitados, todas ellas en el entorno de Ocotal, donde muchos habitantes ganan cuatro euros al día trabajando en los cafetales.

El movimiento monegrino se caracteriza por la rapidez con que canaliza la ayuda. Al margen de las subvenciones de las instituciones, sus recursos proceden del apadrinamiento de niños, por el que los socios pagan 18 euros al mes. La mitad de esa cantidad, precisa Brosed, se destina a bonos de alimentación para las familias, un cometido en el que el Gobierno también ha empezado a tener mucho peso.

El presupuesto anual de la oenegé asciende a unos 90.000 euros y cuenta con una plantilla compuesta por 19 personas con distintos grados de implicación en la actividad solidaria.

CENTRO DE DÍA

En la finca agrícola, por ejemplo, trabaja una familia y otras dos personas. «Al principio, no sabían cultivar la tierra y hubo que enseñarles», relata el presidente de la oenegé.

El centro de día para personas mayores lleva abierto dos años y ha sido todo un éxito. Alberga a 70 ancianos, aunque su acción llega al menos a otros 10 más. Los beneficiarios desayunan y comen allí y reciben toda clase de servicios, incluido el de peluquería. El Gobierno nicaragüense aporta un 20% del coste de gestión, pero la Diputación de Huesca realizó el 80% de la inversión.

Porque una gran parte del éxito de la entidad monegrina recae en las instituciones aragonesas de las que recibe ayudas, empezando por los municipios y terminando en la DGA, sin olvidar la diputación oscense y la comarca. Incluso el consistorio de Zaragoza ha echado una mano, según explica Antonio Brosed hijo.

DIRECTO A DESTINO

«La ventaja de nuestra oenegé es que el dinero llega directamente a destino, sin perderse por el camino», añade. El billete de avión a Managua, por ejemplo, que cuesta en torno a 700 euros, lo abonan los miembros de la entidad de su bolsillo.

La casa de la cultura es otro motivo de orgullo para la organización no gubernamental. Cuenta con biblioteca y con una sala para contar cuentos e imparte cursos de todo tipo, desde informática a idiomas. «Desde que se lanzaron los proyectos en Nicaragua, he visitado el país en 24 o 25 ocasiones, siempre para largas estancias», dice Antonio Brosed padre, que asegura que es feliz echando una mano a los más desfavorecidos de Nicaragua. «Ahora estamos financiando la construcción de un muro con 18.000 euros y da gusto ver cómo la gente colabora en una obra que beneficia a toda la comunidad», asegura.