Desde que se estableció el estado de alarma, las residencias han sido un foco importante de concentración de casos debido a que es donde se encuentran las personas con más riesgo de poder sufrir el covid-19 de manera más grave. Ante esta situación, se han visto en más de un momento bajo la presión de la sociedad sin poder llegar a todo debido a la falta de material sanitario y de personal. Es el caso de la residencia de Sariñena, donde este miércoles dieron positivo nueve personas más, que se unieron a los tres detectados previamente, y que llevó al ayuntamiento de la localidad a cerrarla por completo y ponerla totalmente en cuarentena, residentes y trabajadoras. Según informaron, dentro se quedarán 20 trabajadores «que se repartirán tareas y turnos» y pasados 15 días, se continuará con otro grupo.

Una vez más, hay que destacar la labor que todos los trabajadores están haciendo en estos momentos. Así lo manifestaron desde el ayuntamiento, agradeciendo «enormemente el paso decidido de las primeras 20 voluntarias, su compromiso y dedicación».

Otra de las residencias que cuenta con un trabajo extra de los trabajadores es Santa María de Cabañas, en la localidad de La Almunia, que aseguran estar manteniéndose «gracias a donaciones particulares» debido a que, como en muchos otros lugares, el material que reciben no llega en las cantidades necesarias. Esta residencia tan solo ha confirmado un caso entre los 100 usuarios que tienen pero han tenido que reforzar todas las medidas posibles para evitar más contagios. La alcaldesa de la localidad, Marta Gracia, asegura que lo que más urge son las pruebas de test. Gracia explica que les comentan que están de camino pero «cada día que se retrasa, es un problema».

Doble trabajo

Ante esta situación, la residencia ha registrado «bastantes bajas» de empleados, lo que ha llevado a «agravar la situación». «Las trabajadoras están haciendo todo lo posible para que todos estén bien atendidos y hacen un trabajo que se ha duplicado», explica. Actualmente, los residentes se encuentran divididos, dependiendo del riesgo y de si habían tenido contacto con el caso detectado, por lo que los servicios, como en el reparto del desayuno, se hace de manera individual, lo que supone «mucho más trabajo siendo que están menos personas».

Más ayuda piden también los familiares de los residentes. La hija de una usuaria de la residencia Ozanam, en Santa Isabel, denuncia «el abandono de los ancianos de las residencias por parte de Sanidad» y pide que se actúe antes de que se contagien todos. La mujer, que prefiere no decir su nombre, trabaja estos días en un hospital como personal sanitario y pide más concienciación sobre el trabajo de los centros para mayores: «si es duro para nosotros imagínense para las residencias, que no tienen medios».

Esa falta de materiales la suplen en la residencia Paules de Teruel con donaciones y con mucha voluntad. Esta semana han celebrado como una gran victoria el negativo de uno de sus usuarios que tenía síntomas. «Las familias nos mandan mucho ánimo y materiales. Aquí fumigamos casi todos los días pero, a pesar de las precauciones, sentimos que cada día es una batalla ganada», dice su directora Laura Caballero.

En Garrapinillos, 13 de los empleados de la residencia Entre Álamos, en la que hay 66 residentes, han decidido confinarse con los residentes para evitar riesgos. «Todos los que podían quedarse, que no tenían familias que atender, se han quedado, y desde entonces estamos mucho más tranquilos. Cada día que acaba sin casos positivos es un gran alivio. Todos suspiramos», concluye la gerente del centro, Macu Morlanes.