Algunos optan por salir a dormir al balcón, otros van a refrigerarse a la sección de congelados del súper. O se dedican a recorrer instituciones oficiales. Más allá de las historias personales, se sabe que al menos 30.000 familias reciben en la comunidad el llamado ‘bono social’ para garantizar que pueden afrontar el pago de las facturas eléctricas, una ayuda fundamental durante el invierno pero también en los meses en los que las olas de calor se suceden cada quince días. Según conocen las entidades del tercer sector, los colectivos vulnerables a las altas temperaturas (ancianos, niños y personas sin hogar) son también los que necesitan más atención social.

La pobreza energética, la imposibilidad de mantener un hogar a una temperatura correcta, suele ser noticia en invierno. Por el frío insoportable al que son obligados muchos a vivir. También entonces, cuando bajan las temperaturas, se activan planes y protocolos para combatir el frío en todas las ciudades, que, en algunos casos, conllevan la apertura de equipamientos para que las personas que duermen en la calle no se congelen. Pero, ¿qué pasa en verano? Los pocos planes que existen se basan en dar agua a las personas que puedan sufrir deshidratación y dar consejos de no hacer deporte al aire libre o resguardarse en casa.

«Lo cierto es que el trabajo con los colectivos vulnerables durante las olas de calor no se considera algo prioritario», asumen desde la fundación Federico Ozanam. Esta institución centra su actividad en ayudar a las familias con menos recursos a garantizar una climatización eficiente. «Lo fundamental es garantizar que no se pasa frío», indican.

En todo caso, en las residencias que tutelan durante estas semanas han adaptado los servicios para hacer lo más llevaderas posibles las estancias. También asesoran durante el invierno a las familias con necesidades para adaptar sus hogares a las inclemencias meteorológicas, algo que se puede trasladar a los días de más calor. Por el momento ya se advierte de que en los primeros días de agosto los termómetros volverán a sufrir una subida significativa.

VAGAR POR LAS CALLES

Una situación similar es la que se encuentran en una entidad asistencial como la Hermandad del Refugio. Los días en los que el calor es insoportable permiten que sus usuarios pasen más tiempo en el comedor que tienen en el entorno de la puerta del Carmen, evitando que las horas de más temperatura estén obligados a vagar por las calles. Algo muy poco recomendable teniendo en cuenta la falta de fuentes por el centro de Zaragoza. «Las personas que vienen al comedor son las que no tienen nada», reconoce el gerente de la agrupación, Ernesto Millán.

El albergue de Zaragoza sí que ha tomado medidas directas para evitar complicaciones entre las personas sin techo que se ven obligadas a pernoctar en bancos o cajeros automáticos en esas noches en las que resulta imposible conciliar el sueño. Amparado en el plan municipal de Protección Civil se han habilitado las zonas que se reservan para los inviernos, se garantiza el libre acceso a las duchas y se ha optado por menús más acordes a las altas temperaturas.

«Normalmente paso estos días de calor insoportable en las bibliotecas, aunque muchas de ellas cierran demasiadas horas durante los días de vacaciones», lamenta una usuaria barcelonesa de 53 años que prefiere no identificarse. El no tener un lugar fijo en el que pasar las horas de más calor provoca sentimientos encontrados. «Lo llevo relativamente bien, sobre todo porque se pueden encontrar sitios como este», defiende. Aunque la mayoría de las habitaciones del albergue no tienen aire acondicionado sus responsables tratan de que estén en las mejores condiciones posibles en todo momento.

«El calor es el mismo aquí que en el barrio de Romareda, o la plaza España, pero nosotros les damos facilidades para que puedan aliviarse», expresa el subdirector el centro, Juanma Harto. El patio cuenta con varias fuentes y zonas de sombra. Y la sala de la televisión, abierta durante todo el día, tiene el aire acondicionado puesto para garantizar el bienestar de los transeúntes. Aunque normalmente por las instalaciones pasan unas 80 personas diarias, estas jornadas de ola de calor han recibido hasta 130 visitantes ocasionales. En este sentido confían en que cuando se ejecute la ampliación prometida todos los pabellones estén adaptados para este tipo de situaciones extremas, pero cada vez más frecuentes.

«El calor y el esfuerzo necesario lo complica todo, a veces es insoportable», reconoce Gustavo Adolfo, otro de los residentes el albergue. Residente en Marbella, se encuentra recorriendo las provincias de Zaragoza, Lérida y Huesca en busca de trabajo en la recolección de la fruta. «Me suelo mover en bicicleta, por lo que necesito espacios como este que me permitan descansar», reclama. Las altas temperaturas no dan tregua. Y se espera que vayan a más.