A finales el pasado año la multinacional tecnológica Libelium trasladó sus oficinas desde Cogullada hasta el World Trade Center de Zaragoza (WTCZ), frente a Gran Casa. Este movimiento no es sino uno más de los muchos que ha sufrido este polígono por causas muy diversas. Lo que buscan muchas compañías es facilitar la conciliación laboral de sus empleados, y para eso el transporte hasta el lugar de trabajo ha de ser lo más directo posible. Al WTCZ se puede llegar en tranvía y, además, está rodeado de una gran cantidad de servicios: gimnasios, restaurantes, supermercados...

«¿Bares? Nada. El Torico, donde iba yo a tomar el café, cerró. Ahora hay que irse hasta las afueras del polígono», explican dos hombres apoyados en el mostrador de su taller de pintura de vehículos . Dicen que durante la crisis cerraron muchos negocios, y que los que han llegado ahora a llenar las naves vacías no aportan mucho al lugar. «La calzada está fatal y tendrían que poner alguna zona verde», añaden.

Pasear por el polígono hace a uno olvidar que se encuentra en plena capital aragonesa. Lo curioso es que al levantar la vista uno divisa sin problema las torres de la basílica del Pilar, como pasa desde la calle Albert Einstein a la altura del hotel Cogullada. Esa es precisamente una de las pocas calles con el asfalto renovado, y allí en frente se encuentra también uno de los pocos restaurantes que quedan en la zona. La parte noble de Cogullada.

Fuhan es el propietario del bar. Sirve unos 200 cafés al día. «El polígono necesita una orientación clara. Que se decidan por algo y que lo hagan», pide. En la puerta del restaurante dos hombres encamisados fuman. Son empresarios de la zona, y cuentan que cuando les llegan clientes de fuera es complicado llevarles a comer a algún sitio cerca. «La verdad es que está muy mal. Las calles están llenas de boquetes. Un conocido mío se reventó la moto porque metió la rueda en un agujero enorme», lamenta uno de ellos.

El mal estado de las calzadas es lo más evidente con lo que uno se encuentra deambulando por el lugar. En la calle Juan de la Cierva se combinan naves nuevas con otras de estética más ochentera, pero el asfalto está estropeado en todos los tramos de la vía. Las aceras están levantadas, la basura se acumula en ellas y la hierba no crece. Hay barro. En algunas parcelas hay camiones y chatarra abandonada. El único punto futurista lo ponen los patinetes eléctricos con los que muchos trabajadores se desplazan por el polígono para acortar las distancias.

Desde la Asociación de Vecinos del Arrabal, distrito en el que se enmarca el polígono, Rafael Tejedor señala que la transformación de Cogullada ya ha comenzado, «por lo menos en su parte sur». Allí se están instalando nuevos negocios que tratan de atender nuevas necesidades de los vecinos del barrio. Un Lidl, locales de ensayo, iglesias evangélicas y un local para hacer crossfit le dan la razón. Están en las calles próximas a Marques de la Cadena.

Álvaro Górriz es el gerente de Crossfit Zaragoza, que lleva en Cogullada cinco años. «Cada vez que llueve aquí se nos forma una balsa enorme en la puerta. Nos tienen dejados de la mano de Dios», dice. Y se nota.