Miguel Arias Cañete estaba ayer como el central leñero del equipo que ha recibido una tarjeta amarilla antes del descanso. Como con miedo a meter la pierna (o la pata, otra vez), más comedido en sus críticas, casi siempre al PSOE ±menos de lo acostumbrado a Elena Valenciano ±, y menos mordaz y arriesgado en sus ataques, quizá por la interpretación que pueda darse de ellos. Porque hay que acabar el partido y, en plena recta final, la «superioridad intelectual» ya no solo es insuficiente para la opinión pública sino que está en cuestión por semejante patinazo. Incluso entre los miembros de su partido, que ya llevaban 24 horas sin reaccionar.

Cañete estaba como despistado. ¡Incluso casi se marcha sin despedirse de Luisa Fernanda Rudi! Y eso que se iba en el coche de la presidenta a coger el AVE Así, mientras ella lo preparaba todo y el personal de la organización se ponía de los nervios viendo avanzar el reloj ±faltaban 15 minutos para que cogiera su tren a Madrid± él se dejaba llevar por las masas que le reclamaban de todos lados para fotografiarse con él.

Fotos y más fotos. Un «qué ganas tenía de conocerle» por allí, un «acuérdate de nosotros» por allá, un tirón de la manga para llevarlo de mesa en mesa y miles de selfies antes de embocar la salida. «Ni que fuera Alejandro Sanz», bromeaba un voluntario. Cañete estaba entregado y, aún a riesgo de parecer más una comida de comunión o de boda que un mitin, ponía la mejor de sus sonrisas en unos momentos en el que se le ve a la legua que la procesión va por dentro.

Mientras, Rudi mantuvo la distancia para no robar ni una muestra de cariño al candidato europeo. «Tranquilos, a mí me veis todos los días», le decía la presidenta a un grupo de asistentes, como excusándoles por no pedirle la foto a ella, a lo que estos respondían girándose sorprendidos con cara de decir ¿ah sí? ¿cuándo?.

Baño de multitudes

Más de 1.200 asistentes a esa comida de reparación de autoestima en lo que iba a ser un día importante para Aragón y Zaragoza más que para Cañete. Hasta para una futura novia, cuyas amigas pensaron que una buena prueba de despedida de soltera era colarse en el mitin del hotel Reina Petronila. Para bromitas está el PP.

Fue recuperando la sonrisa conforme avanzaba el día y al final parecía no querer irse. Tener a la presidenta de Aragón arrodillada a su lado en una foto ±literalmente± y gritos de «presidente, presidente» de algún despistado, ayuda.

Al final, Cañete se fue aliviado por tanto cariño, con un baño de multitudes y un menú discreto de ensalada, caldereta de conejo y fruta en el estómago. Y dos botellas de vino de Calatayud y frutas de Aragón, de regalo de la visita. Pero más aliviada se quedó Rudi tras su marcha. «Me voy a tomar un tinto de verano y un helado de tranquilidad», dijo.