Manuel Solana. 62 años. Cinco operaciones de cadera. Necesita un injerto --urgente--. Artrosis degenerativa y desvío de columna. Vértebras unidas.

Este sería parte del historial clínico de Manuel. En noviembre del 2013 su médico le informó de que la prótesis que lleva en sus caderas estaba desgastando el hueso por lo que necesita una intervención "con cierta urgencia". Entre otras cosas porque "se me podría partir el hueso, así, de primeras", decía, y apuntillaba que podría ocurrir lo mismo con la prótesis. De suceder esto "las perspectivas serían muy malas. El especialista, incluso, dijo que la solución podía ser peor".

Pero esto es conjeturar. A principios de enero le indicaron que ya, "por fin", se le había incluido en la lista para ser operado. De la ilusión del primer momento pasó a la decepción en cuestión de segundos. Porque será operado, pero dentro de doce meses. "El médico dijo que la lista de espera era tal que la previsión es que me operen dentro de un año", explicaba disconforme y aseguró que en las anteriores operaciones nunca esperó más de dos meses desde el anuncio.

El motivo de esta situación lo tiene claro: "si van cerrando los quirófanos por la tarde es normal que se hinchen las listas". Para Manuel el funcionamiento de la sanidad pública es "muy bueno", con una salvedad vital para él. "Los administradores no saben gestionar los hospitales y su mala praxis tiene estas consecuencias". La solución que desde la DGA ha puesto sobre la mesa, destinar 1,8 millones de euros para desviar pacientes a las clínicas privadas, "es una falta de respeto habiendo tantos médicos que buscan trabajo".