Según los informes del ministerio correspondiente, la realidad está ahí, horrible y preocupante: Aragón sufrió entre el curso 2013-2014 y el 2014-2015 el mayor retroceso de graduados en ESO habido nunca jamás en un solo año. De repente caímos al peor índice de España cuando anteriormente estábamos en el mejor. La Enseñanza Primaria fue pareja en malos resultados. Se dice que todo se va arreglando ahora, que ese negro paréntesis de fracaso fue la consecuencia directa de los recortes perpetrados por el desastroso Gobierno Rudi, cuya gestión, bien se ve, tuvo no pocos efectos letales para la salud del sector público. Pero sea como fuere se plantea un problema de gran dimensión, otro de esos que apenas atraen la atención de la ciudadanía, que pasan desapercibidos en medio del torrente diario de información y opiniones, que no escandalizan a casi nadie porque no son fáciles de comentar en la barra del bar o en la peluquería. Ya les digo que como los catalanes acaben devolviéndonos los tesoros y el próximo Govern se deje de mamarrachadas secesionistas... aquí nos vamos a quedar a dos velas.

Las del 2014-2015 y del 2015-2016 son las únicas cifras oficiales que conocemos. Al finalizar el primero de ambos cursos, el 23,9% de los alumnos del último curso de la ESO no alcanzó el título, cuando la media de España era del 18,3%. En la misma etapa, Aragón también fue la comunidad donde menos alumnos de 15 años estaban en 4º de la Secundaria Obligatoria. En el segundo año escolar citado, se encontraban en dicha situación el 53,7%, sobre una media nacional del 65,6%. En esos malos resultados (que revelaban la acumulación de repetidores) nos ganaban por poco Ceuta y Melilla. Siempre es un consuelo.

El equipo del actual departamento aragonés de Educación, dirigido por Mayte Pérez, afirma que todo está mejorando. Seguro que sí, pero el tropezón se va digeriendo poco a poco, y en él podrían darse otros factores que confluyeron con las torpezas y los hachazos presupuestarios cometidos por su predecesora, Dolores Serrat. Me refiero al influjo extraescolar, al papel de las familias (que en estos temas es fundamental) y al de la propia sociedad.

Yo sé que los políticos han tenido y tienen la mala costumbre de presumir de su poder, hacerse muy visibles y pretender que sus decisiones determinan nuestras vidas, lo cual es cierto... en parte. Pero sin un entorno que promueva y exalte la formación y el conocimiento no es posible que programadores y profesores puedan hacer bien su trabajo. En un contexto social adecuado, ni siquiera una reducción drástica de la plantilla docente o un frenazo en la construcción de centros públicos (aunque ahí estaban los concertados, ¿no?) hubiese producido un bajón tan enorme y rápido. Aragón debe agarrarse al conocimiento como a un clavo ardiendo. Sin jóvenes preparados, sin una ciudadanía alejada radicalmente de la burricie no iremos a ninguna parte. Esta tierra (no sé si noble, pero bastante cazurra) necesita innovación, nivel, criterio y creatividad. Para lo cual, antes de nada, es preciso que funcione la educación. Retroceder en ese terreno condiciona (para mal) nuestro ya incierto futuro.