El famoso hombre del anuncio de Coca Cola se ha convertido en el mayor repartidor de regalos a los niños de todo el mundo --bajo el nombre de Papá Noel, Santa Claus o San Nicolás-- en clara competencia con los Reyes Magos, que llegan a España en la noche del 6 de enero. Pero, en convivencia con Melchor, Gaspar y Baltasar, han existido en la península ibérica otros seres mágicos o inertes que, según la comunidad, se han encargado de aportar no solo regalos, también alimentos y cariño.

Es el caso de Aragón, todos los 8 de diciembre, Día de la Inmaculada, se empieza a dar de comer a la tronca (un árbol hueco, generalmente de olivera), que se tapa por las noches con una manta para que no pase frío. Así en Nochebuena, cuando ya ha comido lo suficiente, los niños la golpean con bastones mientras cantan canciones tradicionales, diferentes según la zona. Los bastonazos hacen que la tronca cague, generalmente chucherías y turrones, hasta que saca un arenque salado, un ajo o una cebolla, síntoma de que ya no puede ofrecer más a los pequeños. Actualmente, la tronca más que dulces suele cagar regalos, generalmente juguetes o videoconsolas.

OTRAS COMUNIDADES

Esta tradición no es únicamente aragonesa, está presente bajo distintos nombres como xoca, tizón, o tió de Nadal en Cataluña. Allí además suele decorarse el tronco con una cara sonriente y a veces se le viste con una barretina.

En Galicia los regalos los trae el conocido como Apalpador o Pandingueiro. Es un hombre con barba rojiza, carbonero de profesión, que baja de las montañas en Nochebuena y Nochevieja y palpa las barrigas de los niños, para asegurarse de que han comido bien durante el año. Para garantizar la nutrición de los pequeños al año siguiente les deja castañas y algún regalo. El Tientapanzas de Écija hace lo mismo que el personaje gallego, y es probablemente su descendiente.

Los niños asturianos reciben sus regalos de L'Anguleru, que llega todos los años montado en su lancha, llamada L'angulina, vestido con traje amarillo, gorro negro, botas de agua y un candil para iluminar la noche. Esta apariencia se debe al origen pescador del personaje, que se basa en la costumbre que tenían los anguleros de sacarse un sobresueldo con la venta de angulas, con el que compraban regalos para sus hijos. Según la tradición L'Anguleru vive todo el año en el mar de los Sargazos, cerca de América, cuidando de las anguilas y las angulas, y el 24 de diciembre llega a Asturias para venderlas, usando los beneficios para los regalos que reparte entre los niños.

Su vecino cántabro, L'Esteru, es un leñador bonachón, con boina, pipa y bastón, que se acompaña de un burro que le ayuda a cargar los regalos. Durante el año vive en el bosque, cortando leña, y cuando se acerca la Navidad empieza a fabricar los juguetes que repartirá en los hogares cántabros. Además en esta comunidad, cada cuatro años, la madrugada del día 6 de enero llegan las anjanas para repartir regalos. Son seres similares a hermosas ninfas, de pelo dorado y piel blanquísima, espíritus de los árboles y para otros, seres celestiales.

El Olentzero del País Vasco y Navarra también es un carbonero, como el Apalpador. También vive en el monte apartado de la sociedad, es muy aficionado al buen comer y al buen beber, y a veces le tanchan de borrachín. Suele aparecer bastante desharrapado, manchado de carbón, y en ocasiones con su pareja Mari Domingi. Cada invierno baja a los pueblos, a algunos en Nochevieja y a otros el día de Reyes, y reparte regalos entre los niños. Es costumbre que en las cabalgatas de Reyes de muchos municipios vascos y navarros se pueda ver al Olentzero, a veces como un hombre de carne y hueso y, si no, como un muñeco caracterizado al que los vecinos pasean. Muy frecuentemente el destino de este maniquí es acabar quemado públicamente al terminar el desfile.