Con la llegada de la industrialización los paisajes del norte de la provincia de Zaragoza cambiaron para siempre. Las nuevas factorías transformaron y adaptaron la economía milenaria de una zona para unirse al progreso que llegada de los distintos rincones de España. En los primeros años del siglo XIX el ladrillo y las grandes industrias cambiaron la forma de entender el patrimonio histórico. Así, las imponentes factorías, las eficaces azucareras, las oscuras minas de carbón o los frenéticos mataderos también se han convertido en referencias para conocer los cambios económicos del pasado que igualmente se pueden descubrir en restos como las nobles minas de sal o los canales que desde hace siglos atraviesan los valles contribuyendo al avance de la agricultura.

La de Alagón fue una de las primeras industrias azucareras de la comunidad y siguió en funcionamiento hasta hace pocos años. La crisis de Cuba trajo aparejada una escasez de caña de azúcar, así que el cultivo de la remolacha (mejorado con la aparición de los primeros abonos químicos) cambió la fisonomía de grandes extensiones agrarias para poder abastecer a las fábricas que comenzaron a construirse en los núcleos urbanos más importantes. Las chimeneas comenzaron a ser parte del paisaje. En Alagón la azucarera se compone de una serie de edificaciones de distintas características, construidas en su mayoría entre 1900 y 1907. Considerada Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés es de propiedad privada, por lo que no existe un programa establecido de visitas. En ocasiones, según indican desde el municipio, se organizan visitas organizadas, pero solo en momentos puntuales. Si alguna persona está interesada en conocer sus amplias naves, en las que todavía es fácil imaginar el fragor de la actividad industrial, es posible enviar una solicitud por escrito al consistorio, que será atendida en el menor tiempo posible para poder cuadrar una visita al recinto.

Carreteras subterráneas

Caminando hacia atrás en la historia (y pasando del azúcar a la sal) se puede conocer otro referente industrial en Remolinos. En la margen izquierda del Ebro se encuentran unas minas de sal conocidas desde que Aníbal, el general Cartaginés, llenara su alforjas de este condimento en su viaje a Italia para enfrentarse al Imperio Romano. El yacimiento de Remolinos es (junto a los de Cádiz y Santander) uno de los más importantes en España. La colina que preside el municipio no deja entrever en su aspecto el tesoro que guarda en su interior. Desde tiempo inmemorial con pico y pala (y con barrenos y explosivos tras la industrialización del XIX) se han ido excavando en su interior los pasadizos de los que se ha extraído la sal que se ha comercializado por toda la comunidad.

La visita a las minas es muy restringida y ha de gestionarse con Ibérica de Sales, la empresa que se beneficia actualmente del yacimiento. Pero merece la pena conseguir un permiso, pues entrar en el dédalo de galerías es como adentrarse en una red de carreteras subterráneas verdaderamente impactantes, según afirma la guía Arte en la provincia de Zaragoza de la Diputación Provincia (DPZ)

El patrimonio hídrico en Aragón tiene su gran referente en el Canal Imperial, aunque es el canal de Tauste el que da vida a uno de los sistemas de regadíos principales más antiguos de Aragón. Nacido en el azud de Mosquera sobre el Ebro, con toma de agua en el término de Cabanillas, el Canal de Tauste discurre por la margen izquierda de dicho río y con su caudal se riega una amplia zona de la comarca. El sistema, muy vinculado a esa ribera, ha marcado tradicionalmente la existencia de sus habitantes, que han hecho de su cauce instrumento generador de riqueza, según precisa el servicio de cultura de la Diputación Provincial.

Huertas modernizadas

Pero este no es el único referente hídrico que se puede encontrar en el término municipal de Tauste. Otra edificación curiosa es el molino, ubicado en plena huerta por la carretera a Pradilla de Ebro. También destaca la casa llamada de Las Norias que alberga en su interior un sistema de elevación de agua, hoy totalmente modernizado, pero que en el siglo XIX ya regaba una amplia zona de la rica huerta de Tauste.