Hablar en una misma conversación del mantenimiento de las zonas verdes de Zaragoza y de chuletones y anchoas de Santoña, acompañadas de un par de pintas, parece incongruente. Pero en el ayuntamiento zaragozano todo es posible.

El concejal de Servicios Públicos, Alberto Cubero, es capaz de hilar ambos temas, sobre todo cuando salpica a FCC, la empresa que se encarga de mantener en orden los parques y jardines de la ciudad.

FCC ha enviado al concejal todos los recibos de los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre del 2018, como le reclamaban desde el Gobierno municipal para autorizar el pago de las certificaciones mensuales. Entre el montón de papeles, Cubero ha encontrado una factura que le ha venido como anillo al dedo para volver a denunciar públicamente la «mala fe» con la que actúa la empresa por «abultar» las facturas y aumentar sus beneficios así como por incluir pagos que los zaragozanos no deben pagar con sus impuestos, declaró.

Así pues, ayer paseó y mostró un tíquet de 90 euros, propina incluida, de una menú que se degustó en una cervecería madrileña el pasado mes de septiembre y que incluía un chuletón, dos pintas, tres trocitos de pan para acompañar y una botella de agua de postre. Este recibo está incluido en el anexo que justifica la certificación de septiembre, mes desde el que el consistorio no paga a FCC. Desde la empresa negaron que esta factura se haya cargado a la cuenta municipal, sino que forma parte de su contabilidad interna y que, por un error, se había traspapelado entre la documentación entregada al ayuntamiento.

La concejala de Medio Ambiente, Teresa Artigas -sustituida por Adriana Caridad-, decidió dejar de pagar las certificaciones mensuales a la empresa después de que FCC incrementase el coste del servicio sin justificación aparente. Cubero recordó que comenzaron el año cobrando un millón y en marzo «hincharon» la factura con 300.000 euros más que nunca han detallado de dónde salen.

Ayer, volvió a denunciar que Fomento sigue sin dar información sobre el número total de trabajadores que tiene la empresa, ni de los motivos por los que las reparaciones de los vehículos van in crescendo, ni de por qué pasaron un gasto de «25.000 euros» en amortizaciones. Por ahora, la contrata le ha enviado todos los recibos pendientes del año pasado, y siguen a la espera de las de este ejercicio.