"Para el roscón nunca ha habido crisis", explicaba sonriente Pedro Fernández Benedicto, mientras rellenaba sonriente el enésimo roscón que la pastelería Beyma, en la calle Cortes de Aragón, preparaba ayer. Ni él ni el resto de pasteleros consultados notan grandes diferencias en las ventas de este dulce, tan típico del día de Reyes como los regalos y las caras de sorpresa de los niños.

La comparación no era fácil, como explicaba una compañera del gremio en el cercano paseo Teruel, que prefería no aparecer con su nombre. Hacía años que la noche de la llegada de sus majestades no caía en domingo, con la variación que supone, para bien o para mal, en las ventas. Pero a la vuelta de ver la cabalgata, pocos eran los que se resistían a encargar o llevarse el roscón.

"Este año quizá se hayan adelantado un poco los encargos por la fecha, al ser en domingo ya los iban pidiendo el viernes", explicaba Fernández, escoltado por su madre, Rosa. "Pero ya llevamos muchos años vendiéndolos desde días antes", añadía.

La tradición de comprar el roscón no decae pues con la crisis. No en vano, hay tamaños --y consecuentemente precios-- para todos los tamaños de familia y para todos los gustos. De dos personas hasta ocho, de 11 a 50 euros, según el paladar (y el monedero) de cada cual.

Los obradores no pararon desde la madrugada de ayer, y por la tarde --y esperan que a lo largo de la mañana de hoy-- el fruto del trabajo irá desapareciendo de los estantes y pasando al estómago de los consumidores. No pierde protagonismo la nata, relleno por antonomasia del pastel. Pero se van colando año tras año otros, como la crema o la trufa, a gusto del consumidor. "Nosotros llevamos años mimándoles con lo que piden", presume Fernández.