Cuatro estatuas sedentes presiden su entrada. Son los médicos y científicos Andrés Piquer, Miguel Servet, Ignacio Jordán de Asso y Fausto de Elhuyar, que vigilan, adosados a sus pilastras, el centro neurálgico de Zaragoza. El edificio del Paraninfo, inaugurado en 1893 como Facultad de Medicina y Ciencias de la Universidad de Zaragoza, fue y siempre será su casa. De hecho, nadie concibe su fachada principal sin estas tallas a tamaño natural. El edificio es el único que se mantiene de la antigua institución académica, aunque desde 1973 ya no ejerce su función educativa original. Fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) y en el 2008 estrenó una profunda rehabilitación ideada por el despacho de arquitectos Pemán y Franco que respetó, según los expertos, el diseño inicial de Ricardo Magdalena de hace 125 años.

Sus escaleras, punto de encuentro de jóvenes y adultos, dan acceso a un inmueble que consiguió, tras su etapa académica, abrirse a la ciudadanía y cumplir una función de política cultural con actividades como conciertos, conferencias, congresos, exposiciones temporales y colecciones permanentes. «Llega un momento en el que la vida te coloca ante una oportunidad que, para nosotros, fue casi como una cuestión de Estado para poder avanzar y mejorar las condiciones de la comunidad educativa», recuerda Felipe Pétriz, rector de la Universidad de Zaragoza entre el 2000 y el 2008. «El Paraninfo cumple actualmente la misión para la que fue reformado. Es un espacio para la gente. La universidad decidió lo que quería ser y es una satisfacción tremenda el resultado», añade Pétriz.

El proyecto de rehabilitación costó más de 18 millones de euros, comenzó a ejecutarse en mayo del 2006 y terminó en mayo del 2008. Este se enmarcó en el programa de infraestructuras del campus para el periodo 2006-2012 y formó parte del plan de acompañamiento de la Expo 2008, lo que aceleró los trabajos en el Paraninfo, ya que fue sede de la Tribuna del Agua.

«No se puede entender la reforma sin la acción previa del equipo que dirigió el anterior rector Juan José Badiola. Ellos denotaron que el edificio solo se utilizaba en un 30%, mientras que el 70% restante se encontraba en unas condiciones lamentables», explica Mariano Blasco, adjunto al rector en Infraestructuras por aquella época.

Inconvenientes / La obra afectó a los 13.000 metros cuadrados de superficie útil del edificio y permitió recuperar 9.000 metros cuadrados más que permanecían cubiertos y en desuso. Durante los trabajos se rehabilitaron los sótanos, donde se ubicaban los antiguos laboratorios y la zona de carboquímica; los torreones, que eran las viejas estancias de los observatorios de Astrofísica; varias salas de la parte baja, donde ahora el ciudadano puede visitar el Museo de Ciencias Naturales; el Aula Magna, llena de luz gracias a unos ventanales que se respetaron; o la biblioteca.

Como en toda obra, hubo imprevistos e inconvenientes de última hora. «Nos encontramos con filtraciones de agua y muchas humedades. Trabajamos climatización, carpintería y fontanería. Desescombramos mucho, levantamos suelos, paredes y ganamos mucho espacio, aunque también nos encontramos con problemas de la cimentación antigua que nos dieron algún que otro dolor de cabeza», recuerda Blasco, quien guarda como recuerdo el casco de protección de entonces.

«Los plazos fueron muy cortos, teníamos que estar terminados para la Expo y muchos días le preguntaba a Mariano si íbamos a llegar. Y llegamos», recuerda Pétriz. En mayo del 2008, el Paraninfo se puso más guapo que nunca para abrir camino a su nueva era. Su puesta de largo contó con una multitudinaria celebración en el Aula Magna (impecable para la ocasión), que congregó a numerosas personalidades de Aragón y a cuya inauguración asistieron los reyes Juan Carlos y Sofia (ahora eméritos). Ya entonces, Pétriz había pasado su testigo a Manuel López, quien fue rector entre 2008-2016.

«Cuando yo llego me encuentro con un auténtico regalo. El Paraninfo es una realidad viva de la ciudad y Aragón la vive como tal. Estoy absolutamente seguro de que el edificio ha conseguido ser la mayor popularización del campus. Es emblemático, monumental en una plaza tan céntrica, y es de la gente», reitera López, que confiesa que su lugar «más especial» del edificio son sus grandes pasillos. «Me encanta pasear por ellos, mirar por los grandes ventanales y admirar todo el edificio», cuenta. También confiesa que, tras la reforma, les llegaron solicitudes para celebrar en el interior bodas civiles o cenas. «Hicimos muy bien en no hacer lo que no debíamos hacer. Hubiera sido un error», reconoce.

VOLUNTAD POLÍTICA / Concha Lomba, catedrática de Historia del Arte, y vicerrectora de Proyección Cultural y Social (2008-2012), apela a la «generosidad» de Pétriz y López con la institución y el Paraninfo. «Sin ellos dos no hubiera sido posible. Entendieron, desde el 2004 ya, la filosofía de hacer un espacio cultural. Tuvieron una sintonía especial y, pese a las dificultades, el resultado fue excepcional. También Badiola dejó su esfuerzo. Lo recuerdo haciendo fila en las escaleras del Paraninfo para ver la exposición de El Greco y me decía que se estaba cumpliendo el sueño de trasladar todo a la ciudadanía», dice.

Pétriz, Blasco y Lomba apelan al «trato exquisito» que recibieron del Gobierno de Aragón, liderado entonces por Marcelino Iglesias. López apunta a la «voluntad política» que hubo en la restauración. «Todo se hizo en beneficio de la universidad. Aunque coincidió en el tiempo con la Expo, no hubo fractura política ni intención partidista», reitera.