La participación ciudadana en la toma de decisiones políticas ya no tiene vuelta atrás. Sobre todo desde que un partido hasta ahora sometido a un férreo control del aparato haya decidido someterse a un proceso de primarias, controladas y algo descafeinadas, pero primarias al fin y al cabo. Sin embargo las cifras con las que se ha cerrado el proceso no invitan al optimismo. Y mucho menos tras constatar el declive numérico que estos llamamientos al voto popular llevan sufriendo en los últimos años.

El proceso para elegir líder en el PP dejaba tras de sí no solo el haraquiri público de desvelar a la ciudadanía que, de los 20.000 afiliados que estimaba, solo 2.105 personas estaban al corriente de pago de su cuota anual que en Aragón es de solo 37 euros. También era un mensaje de que con 1.819, los que finalmente votaron, se puede escoger en Aragón a quien podría llegar a ser presidente del Gobierno en España..

Salvando todas las distancias, el cartel de las fiestas del Pilar del 2015, Farandola, lo eligieron casi los mismos. Aquella fue una consulta popular en la que votaba toda la ciudad, de todos los colores políticos o con escaso o nulo interés por ideologías. Recibió el apoyo de 2.075 personas y movilizó al triple, 6.592. Mejor no mirar los votos que pintaron el puente de Hierro de azul y blanco, o que dijeron el César siguiese en las Murallas.

Otro ejemplo de participación se está celebrando en estos momentos en la capital: los últimos presupuestos participativos. Con la de críticas del PP zaragozano que se llevó el Gobierno de ZeC porque solo votaron poco más de mil vecinos el año pasado, los datos de los conservadores en sus primarias evidencian que con poco más de 350 votos se puede elegir candidato en el PP para las próximas elecciones. En la capital, apenas 700 afiliados tenían derecho a elegir entre los seis candidatos a liderar la formación en Génova.

No hay brotes verdes

Tampoco la izquierda se puede burlar, ya que poco más de 150 militantes en IU decidieron en la anterior legislatura si Zaragoza tenía o no presupuesto ese año. Pero al menos puede presumir que el triple de los votantes en primarias del PP, más de 3.600 vecinos, eligieron que la línea 2 del tranvía fuera por los paseos de Pamplona y María Agustín. Cuando se haga y si se hace.

Todas las comparaciones están plagadas de matices, pero los procesos de participación que se han vivido muestran que la importancia de lo que está en juego no va en consonancia con la implicación del ciudadano. Y que cuantos más requisitos, menos votos hay. De hecho, el descenso es significativo.

¿Cuándo es relevante la baja participación? ¿Para aprobar los 700 millones de presupuesto de la capital, para elegir el destino 10 millones de inversión o para elegir al líder del PP? En el caso de los populares, que no pudo revertir sus datos ni con una tarifa plana de 20 euros para que votara más gente, casi parece más preocupante que 18.000 de sus afiliados no estén al día de la cuota. Pero no es exclusivo de Aragón, ni tampoco de los conservadores. Los brotes verdes no parecen llegar a la militancia activa.

Hasta ahora, ningún proceso de primarias en un partido político había recibido un porcentaje de atención tan bajo en la comunidad. Repasando otras votaciones se constata que en el PSOE, cuando se reeligió en el 2017 Javier Lambán como secretario general votaron casi 6.000 aragoneses. En Podemos, Nacho Escartín fue revalidado ese mismo año con 1.600 inscritos en toda la comunidad. En el 2015 Pablo Echenique fue elegido en una votación en la que participaron 5.467 personas.