Las intrincadas calles de Calatayud traen a la memoria tiempos pasados. Más oscuros y peligrosos, según dictan los tópicos. Pero también llenos de avances en las artes y las ciencias. En la capital del Jalón fue decisiva para su transformación social la presencia de un activo foco de población judía, documentado desde el siglo X y con una notable actividad social, cultural y económica. Según las crónicas de la época, en su momento de mayor esplendor la judería llegó a contar con unos mil habitantes.

La comunidad hebrea se concentró en la judería que se abigarraba entre el castillo de La Peña, el de Torremocha y de Doña Martina y, tras la expulsión, los conversos ocuparon otros lugares del casco antiguo. Alrededor de las sinagogas o midras desarrollaron un modo de vida que ha dejado su impronta marcada en las calles, escaleretas y callejones. El templo principal fue la sinagoga Mayor o Vieja, y estaba situada en el espacio que ocupa actualmente la ermita de la Consolación, en el centro de la judería. Prácticamente desaparecida, sin embargo, logró salvarse parte de la fachada principal, realizada en piedra sillar, con dos puertas gemelas de acceso. La sinagoga Menor se ubicaba en el muro sur de la judería, pero sufrió un gran deterioro en la guerra de los dos Pedros, entre 1357 y 1369, quedando prácticamente derruida, según explican en la guía Arte en la provincia de Zaragoza de la Diputación Provincial (DPZ).

Patrimonio por descubrir

Aunque casi todos los edificios han desaparecido, lo más destacado del antiguo barrio judío de Calatayud es la conservación del trazado urbano, sin apenas modificaciones en todos estos siglos. No solo se mantiene el diseño de las calles, sino también la distribución de fachadas e incluso de viviendas, que se corresponde todavía con la del medievo, algo que impresiona a los visitantes.

Como apunta el concejal de Turismo, Nuevas Tecnologías y Barrios del Ayuntamiento de Calatayud, José Manuel Gimeno, "Calatayud cuenta con importantes y singulares atractivos turísticos, entre los que sin duda destaca su historia bimilenaria, el rico patrimonio arquitectónico y religioso o el conjunto fortificado, sin olvidar otros de gran importancia como los yacimientos arqueológicos de Bílbilis y Valdeherrera".

Todo este conjunto hacen que el interés turístico por el municipio sea cada vez más elevado. Las estadísticas del servicio de información turística indican que mayoritariamente los visitantes proceden de las comunidades autónomas más próximas y el 25 % de Aragón. "Es un turismo familiar que pretende disfrutar de nuestro entorno, de los balnearios, participar en nuestras celebraciones y descubrir el patrimonio y la historia de Calatayud", precisa Gimeno. En este sentido destaca que la gastronomía es un recurso muy valorado por todos los visitantes, sobre todo por la calidad y prestigio internacional alcanzado por los vinos de la denominación de origen de Calatayud.

Mudéjar

La mayor parte del patrimonio de la ciudad es visitable, si bien es cierto, la colegiata de Santa María se encuentra en restauración. Este templo de inspiración mudéjar es uno de los grandes referentes artísticos de la comunidad, por lo que fue declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco. La primorosa colegiata fue escenario de los primeras cortes de Calatayud en tiempos del rey Pedro IV, jurando en ella los fueros de la ciudad el emperador Carlos y el rey Felipe III.

Además, la visita a Calatayud no quedaría completa sin acercarse al mesón de la Dolores, uno de los edificios de arquitectura noble civil más antiguo de la población. En su interior se puede encontrar un museo sobre la legendaria figura de la Dolores (que ha inspirado canciones, chascarrillos, zarzuelas y multitud de publicaciones), un restaurante y un hotel de tres estrellas.

Para que la visita sea lo más provechosa posible, desde el consistorio sugieren utilizar el servicio de guías turísticas que ponen a disposición de todos los viajeros. Una forma distinta y educativa de sumergirse en la judería y las leyendas de la población.