Durante dos meses, la mayoría de los ciudadanos han vivido el confinamiento de manera estricta, saliendo de casa solo lo necesario y respetando las medidas de seguridad que desde el Ministerio de Sanidad se transmitían. Ahora las reglas han ido cambiando y la desescalada ha dado pie a una mayor libertad y, por desgracia, a un incumplimiento de las normas que, en muchos casos, no se ha visto penalizada. Ç

A partir de este lunes, las comunicaciones entre las diferentes comunidades autónomas españolas ya van a estar permitidas, pero durante la desescalada, y antes de que esto se pueda hacer de manera legal, es algo que ya se ha estado haciendo.

Poner barreras al monte no es sencillo, y mucho menos, controlar accesos de hasta seis carriles para entrar a las ciudades, por lo que tráfico no lo ha tenido fácil a la hora de intentar cortar a todos aquellos que, con la nueva normalidad ya en la mano, han decidido irse a su segunda residencia en otra comunidad, visitar a familia y a amigos, o, incluso, buscar un trabajo muy necesario en los tiempos en los que corren.

Esto último ha ocurrido en los territorios donde la llegada de temporeros para la recogida de fruta ha llegado de la noche a la mañana y en algunos casos, sin saber muy bien de dónde venían y si estaban cumpliendo con la normativa de no pasar de comunidad sin causa justificada.

Unos lo han hecho con malicia y siendo conscientes de lo que estaban haciendo. Otros, tan acostumbrados a hacerlo diariamente, que hasta se han llevado algún susto cuando al principio, la Guardia Civil se colocaba entre los 800 metros que separan Mallén, en Aragón, de Cortes, en Navarra. Dos municipios muy acostumbrados a estar pasando de uno a otro debido a la gran cercanía que tienen entre ellos y a la buena relación que existe entre los vecinos. «Hay gente de Mallen que vive en Cortes y gente de Cortes que vive en Mallén», cuenta el alcalde de la localidad aragonesa, Rubén Marco, que asegura que cuando se permitió ir a los huertos, se tuvo que hablar con la Guardia Civil para permitir a los vecinos acceder a sus terrenos a pesar de que se encontraban en otra comunidad.

Marco es consciente de que «ha habido sanciones» durante el confinamiento pero que ahora «está más relajado y no es tan estricto» debido a que los vecinos no terminan de entender por qué pueden ir a un pueblo cercano de Aragón, pero no a otro que incluso está a menos kilómetros pero en diferente comunidad.

Marco cuenta que «la gente tiene costumbre de ir a comprar a Tudela» y ahora la gente se ha estado pidiendo cita en peluquerías y ha accedido a servicios que están en Navarra y otros han venido aquí. «Dicen que tenemos buen pan y hay mucha gente de Cortes que viene a comprarlo aquí y en Cortes hay buenos invernaderos y se va a por plantas ahí», explica el alcalde de este municipio aragonés que por pocos metros, no es navarro.

En una situación muy parecida están los más de 400 habitantes de La Iglesuela del Cid, en la provincia de Teruel, que según informa el alcalde de la localidad, Fernando Safont, están «deseosos de poder pasar porque el 80% de los residentes tienen piso en Castellón». Esto se debe a que esta localidad turolense se encuentra a tan solo tres kilómetros de La Comunidad Valenciana. Safont asegura que «la gente ha sido muy respetuosa» y se ha mantenido en el municipio, pero comenta que la desescalada ha dado pie «a que haya habido algún caso» de que hayan salido de Aragón sin justificación.

COSTUMBRES

En torno al 70% de la población de La Iglesuela del Cid acude diariamente a la Comunidad Valenciana por temas laborales «pero luego tenemos prohibido ir a comprar donde estamos acostumbrados a ir», comenta el alcalde, quien lo considera «incompresible» pero consciente de que hay que cumplirlo.

Por este motivo, Safont hace hincapié en que le parece «muy mal» que haya habido estas semanas más movimiento en el pueblo y que se sepa «que hay gente que ha venido de otras comunidades aquí» debido a que en un pueblo pequeño como este, todo se sabe. «Yo tengo a mis padres en Castellón y no puedo ir a verles porque no está permitido aún, ¿por qué hay gente que ha venido aquí?», se pregunta el alcalde, que insiste en que hay que tener respeto «por todos aquellos que lo han hecho bien y han respetado las normas».

Según cuenta, algún vecino ha dado la voz de alarma de que estas situaciones se estaban dando pero el alcalde de la localidad es consciente de que él no es nadie para prohibir nada. «Algunos de los que han venido luego han salido a la calle a pasear, a la tienda y al bar que recientemente hemos podido volver a abrir pero yo no puedo hacer nada, en todo caso tenían que haberlos parado antes de cruzar de comunidad, ahora es su palabra contra la mía».

Por su parte, desde la Guardia Civil comentan que, tanto la Agrupación de Tráfico, como GRS, Núcleo de Reserva y Seguridad Ciudadana, siguen realizando numerosos controles en los accesos para que este tipo de situaciones no ocurran. Pero a pesar del gran empeño por parte de los cuerpos de seguridad de que las normas se sigan cumpliendo hasta que la comunicación entre comunidades deje de estar prohibida, el goteo de personas de un lado a otro se vuelve a repetir, como ya pasó cuando se decretó el Estado de Alarma, y muchos son los municipios que aseguran que, a pesar de que no pasa en grandes cantidades sino en casos excepcionales, es algo que lleva ocurriendo ya unas semanas.