Nueva escaramuza en la larga batalla legal para conseguir exhumar del Valle de los Caídos a los hermanos Lapeña, dos republicanos de Calatayud que fueron fusilados en 1936 y trasladados sin permiso de su familia a la cripta de la necrópolis erigida por el franquismo en la sierra de Madrid.

Ahora, Patrimonio Nacional ha decidido entrar en la basílica, lo antes posible, para realizar los trabajos técnicos que deben acometerse con carácter previo para determinar en qué estado se encuentran los ataúdes depositados en el tercer nivel de la cripta, operación que se realizará con una microcámara, según ha adelantado la publicación digital eldiario.es.

En su determinación por seguir adelante en un proceso que ya ha durado cinco años, Patrimonio ha desoído a la comunidad de monjes, que desde el principio se opone a que se desentierren restos del lugar.

«Lo que hay que hacer es aplicar la sentencia del juez, que ya se produjo hace un año y que dio luz verde a la exhumación», resumió ayer Miguel Ángel Capapé, de la Asociación por la Recuperación e Investigación contra el Olvido (Arico) y casado con una familiar de los hermanos Lapeña.

«A los monjes hay que recordarles que las criptas están consideradas cementerios civiles, por lo que no deberían tener ninguna potestad sobre las mismas», subrayó.

Capapé señaló que la cuestión de la cripta se limita a que es necesario obtener permiso para poder taladrar un muro desde el que acceder a la cripta en cuestión, que se sujeta de forma inestable sobre los mismos ataúdes que contiene.

Esta operación es necesario para averiguar cómo se encuentran las cajas de los Lapeña y de otras víctimas de la guerra civil enterradas en ese sótano del Valle de los Caídos.

Precisamente, este mes de mayo se cumplirá un año desde que un juez de San Lorenzo de El Escorial acordó permitir la exhumación de Ramiro y Manuel Lapeña. Estos hermanos fueron fusilados y a continuación enterrados en el exterior del camposanto de Calatayud.

De ahí serían trasladados, durante los años más oscuros de la posguerra y sin permiso alguno, al megalómano complejo funerario que había ordenado construir Franco.