Somos la monda. El Gobierno central y el PP han aprobado el PHN, tramitan el trasvase a velocidad récord (¡el trasvase del Ebro!), ponen ya las primeras piedras de las obras, deciden comprar quinientos kilómetros de tubería de acero que van a costar un Potosí... Y todavía los hay por aquí empeñados, oigan, en determinar si la oposición del PSOE a este descalabro hidráulico es sincera o no. O sea, como si usted o yo estamos siendo atacados a punta de pistola y mientras nos quitan la cartera, las tarjetas de crédito, el reloj y los anillos y todo lo demás... ¡toda nuestra preocupación se centra en si nos sisaron o no un euro esa mañana al darnos los cambios cuando compramos el periódico! Inaudito.

O lo del alcalde de Alcañiz. Se congregan las gentes de la comarca a pedir el desdoblamiento de la N-232, una obra imprescindible para la zona. Y él no va (ni ningún otro alcalde popular de aquellos pueblos). Que era un acto electoralista, dijo. ¿Electoralista? ¿Es que nos la vamos a coger con papel de seda, con la que está cayendo? ¿O más bien se trata de no molestar al Gobierno central, que es de la cuerda? En todo caso díganme cómo puede ser que un alcalde se aleje de tal manera de una reivindicación que es crucial para la localidad que gobierna.

Y por fin el gran cachondeo zaragozano. Nadie logrará explicar la razón por la cual en la capital aragonesa no hay prácticamente un gran proyecto público que se haga según lo previsto. Y si se trata de algo que roce el urbanismo, despídete. Nos presentan planos, infografías, maquetas y chirimbolos virtuales; nos dan detalles de la inversión y los plazos. Bueno, pues nada de nada.

Si me dan ahora mismo todo lo que han gastado inútilmente el Ayuntamiento y otras instituciones en dibujos, exposiciones, arquitectos, asesores y lucros cesantes, podría retirarme a vivir como un príncipe saudí el resto de mi vida.

Supongo que somos demasiado peculiares... O demasiado bobos.