Pelegrín y Tardío llegó a la calle Don Jaime en el año 1943 y, en el año 2003, Juan Carlos y dos compañeros más que habían sido durante muchos años dependientes de esta gran tienda de retales y vestidos de novia, entre otras muchas opciones que se pueden encontrar, se hicieron socios y se quedaron con el negocio que dentro de poco se despide de la calle Don Jaime I. «Uno de ellos falleció y otro se jubiló y me quedé yo, pero nunca pensé que me iba a tocar a mi cerrar la tienda», explica Juan Carlos con un nudo en el estómago porque asegura que le ha costado mucho asimilar la situación. «No hay nadie que quiera seguir y no he conseguido hacer un traspaso porque las tiendas somos un negocio a extinguir», comenta.

Juan Carlos asegura que «el día a día de un negocio de toda la vida es muy duro» y que ahora mismo no para de ver cómo están cerrando muchos. «Esta calle era la de las tiendas, antes éramos siete las que nos dedicábamos a esto y ahora solo se quedan tres», comenta. El propietario de Pelegrín y Tardío tiene claro que uno de los mayores problemas es que «el oficio de modista y sastre ha desaparecido» y la clientela ya no compra aquí, sino por internet. «La gente joven ya no pisa las tiendas, vienen muchas chicas a probarse vestidos de novia y preguntan la talla que les estás poniendo para luego comprar por internet», explica. Con las telas pasa lo mismo, «compran por internet porque son más baratas pero cuando te llega te das cuenta de que al no tocarla, no era lo que querías».

Respecto a este tema, Juan Carlos explica que no es que no quieran estar con las nuevas tecnologías y adaptarse, «sino que un comercio como este no puede asumir los gastos de envío y de cortar una tela que luego no te sirve para nada si te la devuelven». Y es que Pelegrín y Tardío no ha sido una tienda que se ha quedado «muerta de risa sino que hemos estado al tanto de todo y hemos colaborado y ayudado en todo lo que hemos podido. Y hemos intentado siempre que nuestro escaparate llame la atención en fechas señaladas».

La gente sigue entrando a la tienda para aprovechar las últimas semanas de vida de un negocio muy típico del centro de Zaragoza y las estanterías empiezan a quedarse vacías debido a los precios que han tenido que poner para poder vender lo máximo posible antes de cerrar a mitad de febrero. «Estamos vendiendo telas que valían 300 euros a 10 euros el metro», comentan. A pesar de eso, Juan Carlos explica que la duda de qué harán con todo lo que sobre si no le venden «no me deja dormir más de una noche pero casi seguro que lo daré a una organización benéfica».

TRISTEZA

Juan Carlos asegura que ya no le queda otro remedio que «asumir que no hay nadie que siga con el negocio» y que se queda con «la satisfacción de empezar siendo un aprendiz con 14 años y llegar a ser propietario de una parte del negocio y haberlo levantado». Además, si en su mente adelanta unas cuantas semanas, sabe que cuando baje la persiana se echará «cuatro lágrimas y cuando pase el primer día por aquí y vea que no está Pelegrín y Tardío, se me caerá el alma a los pies» porque algún tipo de cadena o nuevo establecimiento diferente tomará este local lleno de retales que han vestido a muchos aragoneses en ocasiones especiales.

«Ha sido un privilegio estar durante tantos años en el mismo sitio» explica mientras mira esas cuatro paredes donde prácticamente ha crecido y de las que se siente más que orgulloso.