Mientras la Policía estrecha el cerco en torno al pederasta de Ciudad Lineal en Madrid, algunos pueden sorprenderse de que, según los relatos de las primeras víctimas, el agresor pareciera saberlo todo sobre ellos. Pero la explicación puede ser bien sencilla: las redes sociales se están convirtiendo en una valiosa arma para las delincuentes de toda especie, gracias a la información que deslizamos, sin apenas darnos cuenta, en la red. Y en el grooming ±las técnicas que los pedófilos y pederastas utilizan en internet ±, son especialmente peligrosas.

Los expertos han detectado ya algunos casos en España, aún no en Aragón, del último recurso que están utilizando este tipo de agresores. Se trata de lo que se conoce como geosocialización, las aplicaciones que permiten ubicar la posición del usuario de una red social. Algunas están específicamente diseñadas para ello, de forma que no solo se indica dónde se está sino dónde se piensa ir a continuación. Una herramienta pensada para facilitar el contacto con amigos, o buscar personas afines en las proximidades, pero a la que no es difícil buscarle aplicaciones desviadas.

«Cualquier menor actualmente tiene un móvil, y la mayoría con tarifa de datos», explica Diego Guerrero, especialista zaragozano en seguridad informática y autor de libros como Fraude en la red.

Control

«Si no tienen un control por parte de los padres, no les es difícil registrarse en estas aplicaciones, aunque teóricamente sean para adultos», explica. Si ponen una fotografía suya en la que claramente se les identifique como menores, y un ciberpedófilo hace lo mismo, ocultando su identidad, solo tiene que esperar a sus víctimas.

«Damos mucha información», advierte Guerrero. Por las pistas que dejamos en las redes sociales, incluso por los metadatos de las fotografías subidas a la red ±que incluyen información sobre la fecha y el lugar donde fue tomada±, un ladrón avispado puede saber dónde vivimos y que ahora no estamos allí. Del mismo modo, un pedófilo puede establecer horarios habituales y si el menor estará acompañado o no.

Esta posibilidad permite a estos delincuentes saltarse pasos en su abominable tarea, que normalmente requiere tiempo. La técnica más habitual es simular ser un menor en las redes, hacerse ciberamigo o cibernovio de la víctima, utilizando fotos falsas de otro joven de edad parecida ±o incluso de una víctima anterior± y llegar a conseguir la primera imagen comprometida. Puede ser algo tan inocente como la marca del moreno de un bañador, pero con ella puede ir exigiendo imágenes y videos más subidos de tono bajo amenaza de difundir los primeros.

Estos delincuentes pueden llegar a tener cientos de contactos de menores, y aunque el trabajo policial impide a menudo que pasen la frontera de difundir o comercializar las imágenes, el objetivo último suele ser llegar a una cita real. «Puede parecer extraño que los jóvenes no avisen a sus padres, pero es lo común, tratan de solucionarlo por ellos mismos hasta que no ven la salida », explica Guerrero.

La solución, preventiva, es mantener en la familia un clima de confianza que facilite esta primera confesión, y advertir a los jóvenes de que en la red es fácil ocultar la propia identidad. Además de unas mínimas precauciones de control parental, bien mediante claves o bien mediante el sentido común. Porque ¿qué necesidad tiene un menor de entre 7 y 14 años ±las víctimas más frecuentes de los acosadores ± de tener un móvil con internet? Aunque todos sus amigos lo tengan...