No es un San Valero cualquiera. Se nota en las calles y también en los comedores sociales de la ciudad de Zaragoza. Después de casi un año de pandemia, el 29 de enero cobra una dimensión especial. El postre de San Valero rosconero no podía faltar a la cita, para tratar de endulzar en esta fecha señalada un año anodino para todos. Aún más, para quienes se encuentran en una situación de vulnerabilidad y han tenido que recurrir a servicios como los comedores sociales para sobrellevar esta crisis.

EL PERIÓDICO DE ARAGÓN puso su granito de arena para que los usuarios de los comedores sociales de la ciudad pudieran degustar el postre tradicional, de la mano del Ayuntamiento de Zaragoza y Frutos Secos El Rincón. En lugar de una degustación popular, como la que habitualmente congregaba a miles de zaragozanos en la plaza del Pilar, ayer fue un reparto más íntimo, en cada uno de estos centros asistenciales.

Los más de 60 roscones artesanos con 1.000 raciones solidarias llegaron al Albergue Municipal, a la Casa Amparo, al Comedor Social de la Parroquia del Carmen, a las Hijas de la Caridad, al Comedor Social San Antonio, a la Fundación San Eugenio, a la Fundación San Blas, a La Caridad, y a la Hermandad del Refugio, donde se realizó un reparto simbólico, cumpliendo con todas las restricciones que impone el covid-19. Todos ellos, lugares esenciales que este año se han demostrado indispensables para ser un hogar cuando nadie podía estar en la calle y acoger a aquellos a los que la pandemia les quitó el trabajo y el sustento.

El alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, el concejal de Acción Social, Ángel Lorén, acompañados por el director de EL PERIÓDICO, Nicolás Espada, y el gerente del diario, Jesús Javier Prado, fueron recibidos por los responsables de la Hermandad del Refugio, el hermano mayor, Santiago Sánchez, y el gerente, Ernesto Millán.

La histórica institución zaragozana --con 378 años de trayectoria-- se ha tenido que transformar durante la pandemia, adaptando sus normas, «para no dejar a nadie fuera» en una época tan dura, explica su gerente, Ernesto Millán. En la actualidad, la Hermandad del Refugio cuenta con 53 usuarios, 47 hombres y 5 mujeres, además de continuar con sus servicios de reparto de alimentos y el programa La Gota de Leche para bebés.

Si antes el tiempo de estancia máxima eran 28 días, ahora no hay límite, y la estancia media se ha ampliado hasta los 70 días. «Antes de la pandemia, la estancia media no superaba los 10 u 11 días, pero ahora no podemos decirle a nadie que se vaya a no ser que así lo quiera», afirma Millán. Las restricciones de aforo obligan a reducir al 50% su capacidad pero, aun así, aseguran, «nadie se ha quedado fuera».

El alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, destacó que la pandemia ha servido de «empujón» para sacar del sinhogarismo a más personas que en momentos anteriores. «Siempre hay gente que por múltiples cuestiones no quiere acceder a este tipo de servicios, pero el objetivo es que nadie que no quiera vivir en la calle lo haga», reflexionó. Un ejemplo de servicios que se suman es la disposición de 28 nuevas viviendas en las que conviven 37 personas que antes lo hacían en la calle. El responsable de Acción Social subrayó la importancia de «crear sinergias» entre los distintos recursos disponibles, públicos y privados, para atender a quien lo necesite. «El censo de personas sin hogar que maneja Cruz Roja se ha reducido considerablemente», indicó.

En la Hermandad del Refugio, aunque continúan los horarios fijos y las normas, como la prohibición de consumir drogas o alcohol, otras se han tenido que adaptar. «El 5 de marzo tomamos la decisión de pedirles a nuestros voluntarios que dejaran de venir al refugio, para cuidar a los que nos ayudan a ayudar», cuenta Millán. Casi 300 personas, en su mayoría jubilados, cuya labor inestimable cubren entre trabajadores y usuarios. «Ha sido un año muy duro. Hemos creado una zona burbuja solo para los usuarios, con dos patios y salas de estar. Tenemos la fortuna de poder decir que no hemos tenido ningún contagio de coronavirus», afirma Millán. El reto para hacer frente a la pandemia y la vulnerabilidad, continúa.