Los médicos forenses que comparecieron ayer en la Audiencia de Zaragoza en calidad de peritos descartaron con rotundidad que Rosario Toro, que murió apuñalada presuntamente por su marido el 1 de junio del 2003, se hubiera suicidado clavándose el cuchillo que se encontró junto a su cadáver.

De esta forma, los facultativos desmontaron ante el jurado popular una de las versiones del crimen difundidas por el acusado, Ignacio López Montoya, un hombre de 40 años que se enfrenta a una petición fiscal de 14 años de cárcel por el homicidio de su esposa, con la atenuante de embriaguez y las agravantes de abuso de superioridad, reincidencia y parentesco.

"La lesión que causó la muerte de la víctima es de carácter claramente homicida", manifestó una forense que afirmó que la herida mortal fue asestada, "posiblemente por la espalda", con un cuchillo de unos 12 centímetros de hoja. "La hoja penetró desde la clavícula 12 centímetros en el cuerpo de la víctima, afectó a la yugular y rozó la aorta", señaló la doctora.

La cuchillada, que presentaba una trayectoria oblicua y había sido propinada a la izquierda del cuello, "en modo alguno pudo ser obra de la víctima, que además era zurda", precisó la forense, que explicó que Rosario Toro presentaba además otra herida de arma blanca, no mortal y más superficial, en la base del cuello.

Asimismo, los forenses pusieron en tela de juicio que el acusado, que ha sido detenido en 33 ocasiones por delitos contra la propiedad y contra las personas, hubiera ingerido grandes cantidades de alcohol en las horas previas al crimen, tal y como declaró en la primera sesión del juicio, que ayer quedó pendiente de la emisión del veredicto por parte del jurado. "Si hubiera bebido cuatro litros de cerveza, una botella de brandy y otra de whisky, habría entrado en coma", subrayaron los peritos. Manifestaron también que el acusado padece un trastorno de la personalidad, pero aclararon que "no es un enfermo mental".

López Montoya, que tenía con su mujer ocho hijos, de los que seis se hallan bajo tutela de la DGA, alega que estaba muy bebido y que no recuerda lo sucedido. El crimen fue cometido en el domicilio familiar, un trastero de la calle Puente Virrey. Según el fiscal, el acusado, que había salido de la cárcel 35 días antes del apuñalamiento, montó en cólera cuando su mujer le reprochó en un parque sus continuas detenciones y estancias en la cárcel, donde llegó a estar ocho años por un homicidio frustrado. La pelea prosiguió en el trastero donde vivían y fue oída por una testigo que luego se desdijo y afirmó que había soñado la escena.

La abogada defensora, Virginia Laguna, solicitó la absolución de López Montoya basándose en el argumento de que "no existen pruebas contra él", pese a que, tras ser detenido, declaró a la Policía que se declararía culpable en el caso de que se le condenara a 10 años de cárcel. Laguna sugirió que en el trastero había otras huellas no investigadas e insistió en que la víctima ya había protagonizado dos tentativas de suicidio.