En el 2011 se instauró en Zaragoza un proyecto político nunca antes explorado en Aragón y con muy pocos precedentes en el Estado: un ayuntamiento en el que el PSOE gobernaba con los apoyos de CHA e IU, en lo que se denominó un laboratorio de izquierdas que profundizara en las políticas sociales y reconciliara una tradicional desconfianza entre las fuerzas progresistas. Durante ese mandato legislativo, ese laboratorio funcionó sin apenas tensiones y con la ventaja de que era el único espacio visible de izquierda en las principales instituciones aragonesas, ya que en el Pignatelli gobernó durante esa legislatura el Partido Popular en coalición con el PAR.

Ese fue el precedente más cercano a un frente progresista en Aragón, con modelos similares a los que también se habían establecido en la Diputación de Zaragoza cuando era dirigida por Javier Lambán -si bien las características políticas de esa institución son distintas- y discrepaba de los acuerdos autonómicos con el PAR al tiempo que abogaba por acuerdos con CHA e IU.

Sin embargo, esa convivencia se ha visto interrumpida esta legislatura, con una izquierda en confluencia y un PSOE que, a pesar de obtener malos resultados en las elecciones del 2015, pudo recuperar el Pignatelli con el apoyo de la izquierda y un experimento de confluencias, Zaragoza en Común, que superó al PSOE que necesitó su voto para poder gobernar. Es decir, se sentaron las bases para un nuevo laboratorio progresista que en ocasiones se ha parecido más al de un aprendiz de alquimista que al de un reputado Premio Nobel. Hasta el extremo que, tras una compleja convivencia surgida tras unos complejos acuerdos de investidura, se acaba la legislatura sin que en ninguna de las dos instituciones de mayor presupuesto de la comunidad, el Gobierno de Aragón y el Ayuntamiento de Zaragoza, hayan sido capaces de aprobar sus últimos presupuestos.

Esto contrasta con la sintonía que en los últimos meses ha existido en el Congreso entre Podemos y el PSOE, enmendando ambos el error estratégico que cometieron en el 2016, cuando fueron incapaces de llegar a consensos que les permitiera alcanzar un acuerdo de Gobierno.

Los proyectos estrella que ambas formaciones esgrimían en ambas instituciones, no han prosperado por un claro desencuentro, que ha distorsionado gran parte de la acción política de estos cuatro últimos años. De este modo, la rebeldía de Podemos y confluencias con el pago del ICA en Zaragoza ha sido uno de los detonantes para que no haya presupuestos. Pero no ha sido el único. En las Cortes, algunas de las exigencias de Podemos no han prosperado, ante la falta de entendimiento de los dos principales partidos. La supresión del Instituto Aragonés del Agua es una de ellas, pero la que mayores consecuencias tiene y la que peor sabor de boca ha dejado a ambas formaciones ha sido la imposibilidad de aprobar una ley de renta básica. En ambos casos, el cruce de reproches ha sido mutuo.

Se ha hablado, y mucho. Y se ha negociado. Y ha habido encuentros bilaterales. A veces entre ambas instituciones. Más privados que públicos. A pesar de que ambos se esfuerzan para aparentar una relación cordial, lo cierto es que la sintonía entre Lambán y Pedro Santisteve, alcalde de Zaragoza, no ha existido. De hecho, Santisteve ha buscado durante la legislatura otros interlocutores socialistas, si bien hace tiempo que los puentes están rotos, sin que el diálogo se haya restablecido. Y a dos meses de elecciones. Menos.

Desde Podemos y ZeC, se responsabiliza al consejero de Hacienda, Fernando Gimeno, como uno de los causantes de la discordia, mientras que el PSOE considera que el peso de ZeC sobre la formación de Podemos en las Cortes y sobre el propio Nacho Escartín, al que consideran con mayor capacidad para llegar a acuerdos, es demasiado alargado. En lo que coinciden prácticamente todos es que con el anterior líder de Podemos, Pablo Echenique, era casi imposible alcanzar acuerdos.

En esta falta de entendimiento ha habido situaciones un tanto absurdas, como la incapacidad de acordar una fecha y un orden del día en la bilateral entre el ayuntamiento y el Gobierno de Aragón. En realidad, camuflaron en la dificultad de poner fecha las pocas ganas de celebrar una reunión que nació muerta antes de que se pudiera celebrar. Las situaciones absurdas llegan al extremo de que uno de los pocos acuerdos alcanzados, la Ley de Capitalidad, acabó recurrida por una de las partes que la firmó. Ese fue el caso del PSOE.

Los socialistas municipales reprochan a ZeC soberbia y que se les ha despreciado continuamente a pesar de que les brindaron su apoyo para gobernar. Ese fue el único momento en el que el PSOE se alineó con ZeC. Desde entonces, la convivencia y la desconfianza ha sido mutua. De este modo, ninguno de los grandes proyectos ha salido adelante: ni la reforma de Pontoneros, ni la prolongación de Tenor Fleta, ni ha habido acuerdos en movilidad sostenible ni en remunicipalizaciones.

Esa dificultad para llegar a acuerdos ha condicionado la legislatura. Mientras, la izquierda de la izquierda del PSOE le reprocha a este que ha llegado rápidamente a acuerdos con la derecha en política fiscal. Sucesiones en las Cortes y plusvalías e IBI en el ayuntamiento.

De este modo, el laboratorio de izquierdas en las dos instituciones aragonesas con mayor presupuesto -prorrogado este año en ambas- ha tenido más de Quimicefa que de experiencia real y práctica. El 27 de mayo se abrirá un horizonte nuevo.