La Audiencia de Zaragoza deberá determinar si J. I. G. G., que fue juzgado ayer, es responsable de un delito de abusos sexuales en la persona de una menor de 8 años. Según la fiscala y la acusación particular, el acusado eyaculó en las nalgas de la pequeña, algo que fue rotundamente negado por el denunciado, que se enfrenta a seis años de cárcel, siete de alejamiento de la niña tras cumplir la pena de prisión y una responsabilidad civil que oscila entre los 3.000 y los 6.000 euros.

Los hechos sucedieron la noche del 26 al 27 de septiembre del año 2017 en la capital aragonesa. Según declaró el propio imputado, la madre de la menor, con la que mantenía una relación de amistad, le encargó que cuidara de la niña dos noches, ya que ella tenía que ir a Madrid a hacer un cursillo.

El acusado manifestó que, tras cenar y ver la televisión, la pequeña insistió «lloriqueando» en que quería hablar con su madre por el móvil. Sin embargo, él no se lo permitió y la acompañó a su dormitorio, donde estuvo hasta que la menor se durmió. Él volvió al salón, a ver fútbol por la televisión, y la pequeña salió a decirle que se hacía pis y fue al baño. «Ella me pidió que durmiera en la misma cama, pero dormimos en habitaciones distintas», señaló el acusado.

Al día siguiente, la pequeña llamó a su madre con el móvil de su cuidadora. La madre de la pequeña dijo que antes de los hechos J. I. G. G. era «como un hermano» para ella. «Mi hija me dijo por el móvil de la cuidadora, al día siguiente, que era malo y que le había hecho algo malo», declaró la progenitora, que al igual que la menor habló tras una mampara.

POCOS RESTOS ORGÁNICOS

«Me dijo que ella estaba dormida y notó cómo le bajaba el pantalón del pijama y le ponía la cola en el culo, y que después se le había meado encima», atestiguó la madre, que aseguró que la pequeña, tiempo después, le preguntó si había podido quedarse embarazada. La progenitora subrayó asimismo que la pequeña no la había llamado por el móvil «porque él no la había dejado».

«Me dijo que durmiera con él, nos acostamos a la vez y me quedé dormida», explicó la niña a preguntas de la fiscala y la acusadora particular, Vanessa Sánchez Segarra. La menor detalló lo que había pasado y señaló que no le dijo nada a su supuesto agresor porque le daba vergüenza y no sabía qué hacer. «Me pellizcaba para ver si era una pesadilla, pero no», manifestó. Después, relató, se levantó y fue al baño a limpiarse «con unas toallitas».

Los policías que realizaron el atestado indicaron que la menor realizó una declaración «espontánea». También dijeron que el pantalón del pijama no había aparecido. Las psicólogas forenses que examinaron a la niña recalcaron que su versión de los hechos era «creíble», mientras que la médico forense dijo que la niña estaba «entre asustada y sorprendida». «No presentaba ninguna lesión, lo cual es compatible con lo relatado», añadió. Sin embargo, peritos de la Policía aseguraron que los restos orgánicos de las sábanas eran de tan poca calidad que no permitían «individualizar un perfil genético». El abogado de la defensa pidió la absolución e incidió en que no había pruebas que desvirtuaran la presunción de inocencia de su cliente.