La casa azul era uno de los edificios más caros --dicen que el que más-- cuando se construyó hace ya unos treinta años. De este modo, allí se instalaron sobre todo familias pudientes, empresarios de la ciudad y jóvenes con recursos. Sin embargo, tres décadas después la situación no era la misma.

Junto a los herederos de aquellas familias pudientes de los 70 convivían aquellos que adquirieron su vivienda, cuando aún eran jóvenes, y que han alcanzado su jubilación de forma dispar. Pero a estos dos perfiles, hay que sumar todavía un número importante de vecinos que compraron recientemente su piso de segunda mano y que todavía no han zanjado su hipoteca, o los que apostaron su futuro montando un negocio en sus locales comerciales. Aunque ya no existe el inmueble, quedan pendientes unas doce hipotecas --por un total de un millón de euros-- que sus dueños deberán seguir pagando.

Y sobre estas cargas, aunque hasta el momento ningún vecino ha comenzado a pagar, habrá que sumar los nuevos gastos. Para empezar 22.500 euros por vecino en concepto del derribo y otras gestiones, y por último, otros 100.000 euros por cabeza, que será el coste en el mejor de los casos de la nueva construcción. En resumen, y hablando en pesetas, las parejas jóvenes que invirtieron sus ahorros en la entrada de la vivienda y los más mayores que cuentan únicamente con una pensión de jubilación, deberán hacer frente a su hipoteca anterior --el que la tenga--- y a otros 20 millones de pesetas al menos si quieren levantar su hogar de nuevo.

Pero para ello deberán superar antes varios hándicap, primero que se pueda construir, por las características del suelo, y después, que alguna entidad bancaria se haga cargo de las nuevas hipotecas.