Diego G. R., de 30 años, afronta una condena de 41 años de prisión por sembrar el miedo entre los vecinos de Paracuellos de Jiloca, donde llegó a disparar contra tres personas con el objetivo de cobrar una supuesta deuda de drogas. Fue en diciembre del 2018. Este miércoles reconoció que fue el autor de los tiros, pero excusó que no quiso matar a nadie.

«Reconozco que disparé, pero al aire y no contra nadie como dicen», señaló este joven ante los magistrados de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Zaragoza que celebraron un curioso juicio en el que la palabra más repetida fue «si mantiene la distancia de 2 metros, puede quitarse la mascarilla». Y así lo hicieron testigos, guardias civiles y hasta el propio acusado. El tribunal lo agradeció porque «no se escuchaba bien» y había temor de que no se grabara bien y, por tanto, se invalidara la vista oral.

El procesado, defendido por la abogada Olga Oseira, relató los hechos por los que fue arrestado, después de protagonizar no solo un tiroteo, sino también una persecución por la carretera que finalizó en las afueras de Ontinar después de que estuviera a punto de arrollar a dos ancianos. Una conducción temeraria de 190 kilómetros por hora, según explicaron los agentes del instituto armado que le capturaron.

Diego G. R. admitió que acudió a la caseta de la víctima porque tenía que hablar con él, debido a que «le había robado ropa» y «prendido fuego el vehículo de su madre». «Fui allí, no había nadie y estuve en los matorrales. Di varios disparos dos o tres al aire, no quise hacer daño a alguien, si le hubiera querido disparar por lo menos hubiera dañado el coche», explicó.

Pero no lo hizo una vez, ya que, tal y como le expuso la fiscala, regresó al día siguiente y disparó contra la caseta de la víctima. «Fui, estuve esperando y en un arrebato lo hice, pero no fui consciente», recalcó, mientras afirmana a preguntas del abogado de la acusación particular, Carlos de Bonrostro, que «sabía que no había nadie. Llevaba el arma porque él me amenazó y me robó coche a punta de pistola». Unas armas que negó haberlas robado días antes, tal y como mantiene la investigación llevada a cabo por la Benemérita, explicando que las tres escopetas y el rifle que le intervinieron se las «ofreció un rumano» del que no dio más datos.

Sin embargo, en la sala de vistas declaró el dueño de ese armamento, un cazador de Calatayud, quien aseguró que eran suyas y que se las habían robado. La víctima del tiroteo, por su parte, aseguró que se salvó «de milagro» porque le disparó mientras gritaba que le quería matar».

«Me mandó después un mensaje en el que decía 'poco tengo que perder, me lo vas a dar'», aseguró la víctima quien negó que hubiera una cuestión de drogas detrás. Este jueves continúa el juicio.