Mientras a nivel político, en Teruel se hablaba de modernidad ferroviaria y ambiciosos proyectos nacionales, 200 viajeros disfrutaban de una expedición que partía de Casetas (Zaragoza) hacia la capital turolense, a bordo de una de las maravillas de la antigüedad. El Tren Azul de la Asociación Zaragoza de Amigos del Ferrocarril y el Tranvía (AZAFT) realizó un viaje de conmemoración de los 40 años de vida de este colectivo con todas sus plazas ocupadas.

Así lo destacaba el jefe de la expedición, Carlos Abadía, quien incidía en que los viajeros no eran solo aragoneses, sino también de otras comunidades -«tenemos un grupo grande de Valladolid, por ejemplo»- e incluso nacionalidades, con «tres ingleses que han venido de propio».

Todos querían disfrutar de la magia de los vagones antiguos que la asociación ha ido adquiriendo y restaurando con mimo, y calidad, según destacaban los viajeros. Como explicaba Abadía, al no contar con el largamente demandado museo del ferrocarril, estos trayectos (hacen tres o cuatro al año) son «la mejor forma de exhibir el patrimonio».

Este se vio ampliado ayer, pues al convoy con el que ya contaban (incluido el único vagón postal que queda, en el que aún se pueden enviar cartas sobre raíles) se unieron sus dos últimas incorporaciones: un vagón restaurante del antiguo expreso París Lisboa, «de la misma compañía que operaba el Orient Express», con la marquetería original de 1926 y un coche salón de los años 50, que Renfe usaba para los desplazamientos de autoridades y que tiene un pequeño salón donde celebraban consejos de ministros.

En estos y en el resto de vagones se desplazaron los 200 viajeros, para quienes los 40 euros de billete fueron lo de menos porque «no solo pagan el billete, sino que contribuyen a poder restaurar el tren». Partieron desde la estación de Casetas y llegaron a Teruel en algo más de cuatro horas de trayecto.

Y allí pudieron disfrutar de una visita tanto a la ciudad como a la sede de la Asociación Turolense de Amigos del Ferrocarril y la estación, incluido el puente giratorio para las grandes locomotoras del Central de Aragón, antes de volver a casa. El viaje contó con el apoyo de Alsa, que lo operó, y la colaboración de la Unión de Radiaficionados de Zaragoza.