El mismo día en que el Gobierno ponía en marcha oficialmente las obras del trasvase del Ebro, ETA se aseguró la sección de apertura en las portadas de los diarios aragoneses (edición de ayer). No cabe imagen más expresiva del poder que entre todos hemos dado a los terroristas.

Y si la bendición del trasvase iba de segunda noticia; las cuitas zaragozanas del AVE y sus circunstancias aparecían de tercera o cuarta (eso, los que hablábamos del tema). Es alucinante, pero supongo que a ciertos personajes les viene muy bien. Además, el hecho viene a demostrar que Aragón, sus instituciones y sus asuntos no forman parte del meollo de la cuestión; o sea, del poder.

Lo del AVE es un ejemplo estupendo. Mientras se nos llenaba la boca con las grandes maravillas que estaban por venir, la entonces alcaldesa de Zaragoza, doña Luisa Fernanda Rudi, pasaba olímpicamente de todo, dejaba manos libres a Fomento y se tapaba los oídos cuando le hablabas de soterrar las vías (hasta que el propio GIF le dijo que vale, que por ellos ya estaba bien el tal soterramiento). Atarés abdicó igualmente de cualquier esfuerzo al respecto. El Gobierno de Aragón, aunque en manos de la otra parte, se sumó a la verbena, ansioso por no perder su trocito de gloria en la inminente apoteosis ferroviaria e infraestructural. Así se dio por bueno que Zaragoza pagase con plusvalías inmobiliarias su parte del AVE (incluido el Puente del Milenio, que ya me dirán ustedes qué pintaba en el asunto), y ahora nos encontramos no sólo con que todo está saliendo manga por hombro (el Museo del Ferrocarril acaba de esfumarse ante nuestros ojos), sino que en el nuevo barrio aledaño a la estación intermodal se deberá incrementar la edificabilidad (efecto soufflé ) para recuperar las inversiones públicas. Pero tal vez creamos que todo esto es mera anécdota, tan preocupados como estamos con lo que hace o deja de hacer el inaudito Carod Rovira.

(Continuará).