Algunas personas creen que casi todos los acontecimientos importantes son fruto de tortuosas premeditaciones conspirativas. En torno a una mesa camilla (aunque sea virtual), gente muy poderosa, y casi siempre muy malvada, decide catástrofes y éxitos económicos, derrotas y triunfos políticos, guerras, desórdenes, manipulaciones informativas y programas de telebasura. Ahí radica el poder, dicen: en los círculos conectados con la Casa Blanca, en el complejo industrial-militar, en la Trilateral, en las mafias... en todos ellos conectados entre sí.

No será para tanto, respondo yo. Es demasiado fácil (y demasiado cómodo) pensar que nuestras vidas son dirigidas desde un gran Ordenador Central sin que nada pueda hacerse para evitarlo. No, queridos, no existe tal determinismo. Hay sin duda personajes que desean manejarlo todo a su antojo, pero cada persona humana, con su voto, su consumo cotidiano, su mando a distancia (de la tele) y sus pequeñas operaciones financieras, decide mucho más de lo que cree y, si actúa colectivamente, puede poner en jaque a los mayores mandamases.

Si la gente cambiase de canal cuando ve ciertas cosas, no habría telebasura (la del famoseo de mierda y la de los telediarios de mentira). Así de simple. Si tantos hombres no se fueran de putas, no habría trata de blancas ni organizaciones criminales manejando la llamada industria del sexo. De cajón. Si toda la gente que dice estar harta de éste o aquél político votase luego en consecuencia (basta con dar el sufragio a otro), los jefes se tentarían la ropa. Si exigiésemos a los productos que consumimos garantías medioambientales, sociales o prácticas de comercio justo (boicoteando a los fabricantes que no las cumpliesen), el Mercado funcionaría mucho mas correctamente y el Mundo sería un lugar mucho mejor.

Disculpen por el sermón y recuerden: hay gente por ahí muy poderosa, pero al final ustedes mandan. No se corten y ejerzan.