La Policía Nacional ha aguado la campaña estival de robos en pisos que tenía previsto llevar a cabo una banda de activos ladrones de Europa del Este, que se habían asentado en Zaragoza haciéndose pasar por estudiantes provenientes de Israel que venían a hacer un máster. Una tapadera que no solo ha dado nombre a la operación -shalom, la palabra hebrea para saludar-, sino que les ha supuesto un cargo adicional a los robos, de falsificación de documentos. Los tres arrestados, a los que se les decomisaron 9.000 euros en efectivo y cerca de mil joyas robadas, ingresaron en prisión tras pasar, anteayer, a disposición judicial.

La operación fue presentada ayer en la Jefatura Superior de Policía de Aragón, por parte de su instructor, el inspector jefe del Grupo de Robos Fernando Sánchez, el comisario jefe de la Policía Judicial, Antonio Royo, y el jefe superior de Policía de Aragón, José Ángel González. Según Sánchez, ha sido «uno de los mayores golpes a las bandas georgianas en Aragón», destacable además porque se han recuperado gran parte de los objetos y el dinero robados. El resto ya los habían usado para costearse la vida de lujo que llevaban, con ropa de alta gama o zapatos de 400 euros.

La operación ha evitado la intensa campaña de robos que pensaban llevar a cabo, pero en el tiempo que llevaban residiendo en la capital aragonesa no habían perdido el tiempo. Los agentes de Robos han constatado su participación en once robos, pero les achacan más de 40, cuya investigación aún están ultimando.

VIGILANCIAS / Los ladrones -dos rusos identificados con las iniciales M. S. e I. K., liderados por el georgiano B. U.- eran muy precavidos a la hora de preparar los robos, y de hecho su ritmo de actuación era muy variable, destacó el inspector, desde doce robos a la semana a dos, dependiendo de las viviendas en las que tuviesen certeza de que no había nadie. No se arriegaban «a que hubiese violencia o a que alguien les pudiera identificar», explicó el investigador.

Vigilaban y desvalijaban casas por toda la ciudad, usando dos técnicas habituales en estos grupos de especialistas: la primera, llamar al timbre a una hora determinada durante varios días, hasta asegurarse de que no había nadie a esas horas. La segunda, colocar pequeños chivatos de plástico en el quicio de la puerta, que si seguían allí cuando volvían delataban que llevaba tiempo sin abrirse.

Una vez asegurado el golpe, lo llevaban a cabo rápido, llevándose todos los objetos de valor que podían. Para ello hacían gala de una gran habilidad en la apertura de cerraduras.

La operación culminó el domingo, cuando uno de los sospechosos fue detenido en el peaje de Martorell, en Barcelona, de camino a entregar parte del botín (9.000 euros y 400 joyas y diamantes, ocultos en una caleta -escondrijo- del coche) a otros líderes de la banda. Porque según destacó el comisario Royo, la mafia georgiana funciona «como ETA, con células independientes que solo dan cuenta al ladrón de ley (el capo) y aportan dinero a la caja común». Tras este arresto, se detuvo a los otros dos en domicilios de Delicias, incluido al líder, cuya casa funcionaba como piso de seguridad.