Sindi, Cony, Deci, Roma, Sela, Aslam o Tuca forman parte de la Unidad Canina de la Jefatura Superior de Policía de Aragón. En total son veinte perros de diferentes razas que forman un tándem perfecto con los agentes a los que acompañan en dispositivos de detección de drogas, explosivos, armas de fuego o billetes. Con solo el olfato son capaces de encontrar en minutos lo que el ser humano precisaría de horas. Un instinto que entrenan mano a mano con el que durante su jornada laboral es su compañero de patrulla y que cuando acaba de trabajar es hasta su compañero de piso.

Sindi y el subinspector Borja Lete son uña y carne. Llevan juntos un año, pero no pueden vivir el uno sin el otro. La prueba está en que el Cuerpo Nacional de Policía tiene un acuerdo con Dog Garden, una guardería canina de Movera donde se cuida a los animales, pero esta perra de raza malinois vive con él y su familia. Es un auténtico torbellino, pero como señala Lete «su instinto es único, no se cansa nunca y hasta que no consigue encontrar algo no para».

Ella reúne las cuatro características que para este agente de la Unidad Canina de la Policía Nacional son fundamentales en un perro que trabaja en este cuerpo: el instinto de caza, aguante a la fatiga, que no sea agresivo con las personas y que sean seguros en sí mismos. Unos rasgos distintivos que no responden a una raza determinada, sino al propio animal en cuestión. No todos los pastores alemanes valen para ello, aunque la televisiva serie de Rex, un policía diferente haya mitificado a este tipo casta. Ejemplo de esto es que el subinspector Lete también tiene a Cony, un perro de agua.

Trabajo conjunto

Los pastores belga malinois, los labradores o los boder collie son los más comunes en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Generalmente llegan previa compra del Ministerio del Interior a ojeadores caninos, pero hay otras veces que su incorporación la marca el propio perro. Katrina, que actualmente está destinada en Murcia, es el caso más cercano en el tiempo. Fue abandonada atada a un poste de la luz, la trasladaron al Centro Municipal de Protección Animal de Zaragoza y un agente observó que podría llegar a ser un perro policía. Tenía cualidades. Los agentes lo comprobaron al llevarla durante unos días a sus lugares habituales de trabajo, donde vieron que acudía a la llamada o no se asustaba en los lugares públicos.

Desde que abren el ojo a primera hora de la mañana comienza el trabajo conjunto. Perro y policía realizan dos horas de deporte, entrenamientos de su especialidad, además de labores de acicalamiento de los animales. Es una obligación de la Dirección General de Policía, pero en los agentes se percibe como el mimo. Aman a los animales.

De ahí que Lete se apresure a negar uno de los mitos sobre estos perros: les hacen adictos a las drogas. El entrenamiento se basa únicamente en el condicionamiento, clásico (como los perros de Pavlov, asociar un estímulo a una conducta) o instrumental (asociar una recompensa o castigo a un comportamiento).

Cuando acaban los ejercicios comienza su jornada diaria. Hacen patrullas peatonales o acuden a puntos críticos como la estación intermodal de Delicias, el aeropuerto de Zaragoza o la plaza del Pilar de la capital aragonesa para las requisas de drogas o de explosivos. A estos trabajos se suman las colaboraciones que realizan con investigadores de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) o los Tedax.

Pero, ¿cómo consiguen encontrar lo que no es detectable a plena vista ni con un cacheo? Los perros especializados en artefactos son entrenados para distinguir desde la Goma-2 que utilizaba la banda terrorista ETA, la pólvora empleada por grupos anarquistas o los explosivos empleados por los yihadistas. Aprender a distinguir el olor del dinero se consigue por la tinta empleada y lo consiguen gracias al entrenamiento con los billetes fuera de circulación que les entrega la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre.

Con l as drogas podría parecer más fácil, pero algunas personas esconden las sustancias estupefacientes en sitios como los genitales. «Les es más fácil indicar dónde está una cantidad moderada de droga que, por ejemplo, un cargamento entero en un barco porque hay tanto que su hocico les dice que hay sustancia pero no saben en dónde exactamente», apunta Lete. No obstante, nada les impide detectar la droga, ni envuelta en granos de café ni en un sobre al vacío. Esto último lo consiguió Coca, una perra de la Jefatura Superior de Policía de Aragón.

Cuando cumplen 10 años se jubilan. Muchos siguen con sus compañeros, aunque ya convertidos en dueños. Otros son acogidos por personas que están interesados en estos animales.