El juicio por el crimen de los tirantes ha sido muy diferente al de otros con jurado popular y no por tratarse de una acusación de asesinato con la agravante de odio, sino por el lugar en el que se sienta desde el lunes el acusado, Rodrigo Lanza.

Desde el primer día, el procesado ocupa uno de los asientos del estrado, junto a su abogado defensor, Endika Zulueta. Fue este letrado el que lo solicitó al presidente del tribunal de jurado, José Ruiz Ramo, basándose en la Ley del Jurado que determina que «el acusado o acusados se encontrarán situados de forma que sea posible su inmediata comunicación con los defensores».

El magistrado se lo concedió creando un precedente. Hasta la fecha, sus compañeros de la Audiencia Provincial de Zaragoza también habían aplicado la norma, pero de una manera muy diferente: acercando el banquillo al estrado, delimitando así de forma clara los espacios y señalando quién es el acusado. De esta manera también evitaron el contacto visual directo entre los acusados y los once miembros que conforman el tribunal popular, dos de ellos suplentes. La excepción ha causado un juego de sillones que ha descuadrado a más de uno y también ha molestado, puesto que consideran que no es un profesional del derecho y, por lo tanto, no debería estar ahí. Recuerdan a otros acusados que antaño sí ocuparon puestos así como el banquero Mario Conde, si bien en su caso estaba justificado porque era abogado. No obstante, el magistrado del Supremo, Manuel Marchena, también actuó del mismo modo que su compañero zaragozano en el juicio del procès. Los condenados consiguieron evitar la foto en el banquillo, además de poderse comunicar mejor con sus defensas.

La ubicación de Lanza ha generado imágenes como la del pasado martes en la que el encausado estuvo sentado entre su abogado defensor y el que pide una condena de 25 años de cárcel. Una situación incómoda, pero que trataba de evitar que estuviera cerca de los testigos. También fue curioso que el abogado de Vox tuviera que ocupar el sitio destinado a la Fiscalía.