La figura del oso pardo está caracterizada por su gran tamaño, su aspecto torpe y pesado, la cabeza con orejas pequeñas y redondeadas, la cola corta y sus inconfundibles huellas. Así la define Manuel Alcántara, jefe de Especies Catalogadas de la DGA, quien destaca que quienes han observado un oso pirenaico coinciden en señalar la sorpresa por su reducido tamaño, no mucho más grande que el de un jabalí de buen porte. Los osos ibéricos, tanto cantábricos como pirenaicos, figuran entre los más pequeños de su especie; rara vez alcanzan los 180 kilos, lo que contrasta con los más de 400 de los osos norteamericanos que aparecen en televisión.