El alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, abrió el pasado miércoles en el pleno municipal un debate ciudadano que quizá no quería iniciar -respondía a la oposición-, pero que, sin duda, promete una discusión política importante. La subida del precio del transporte público, del autobús y el tranvía, es siempre una cuestión política y todos los grupos saben que vende mal en la calle. Sin embargo, el argumento del conservador de abrir esa posibilidad y limitarlo al aumento del IPC obliga a analizar lo que ha sucedido en legislaturas anteriores y, a la vista de las cifras, poco o nada tuvo que ver nunca con este indicador. Los últimos tres años, Zaragoza ha absorbido una subida del 3,9% en el acumulado sin tocar las tarifas, que llevan seis congeladas en 1,35 euros para el billete sencillo y 0,74 para la tarjeta bus y ciudadana.

La última vez que subió fue en el 2013, una decisión aprobada por el Gobierno socialista de Juan Alberto Belloch y el visto bueno de la izquierda, entonces CHA e IU, que introdujeron para compensar bonificaciones como la gratuidad para parados de larga duración. Pero el precio subió, un 8% y un 7%, respectivamente. Y lo hizo a las puertas de la adjudicación de la nueva contrata, a Avanza Zaragoza, que se hizo con el contrato abaratando los costes de licitación estimados. El IPC el año anterior había sido de solo el 2,9%. Desde entonces, seis años seguidos de leves incrementos en este indicador de los precios al consumo (que no siempre tienen su equivalente en los salarios de los ciudadanos), y un global de 3,2% en la evolución entre el 2013 y el 2018. Y no se tocó.

Pero es que la capital aragonesa llevaba acumulados trece años consecutivos subiendo el precio del billete para el usuario. La última vez que se había congelado hasta entonces fue en el año 2000, cuando todavía se pagaba en pesetas. Las 85 que costaba subir al bus con billete sencillo, 0,51 euros al cambio, se acabaron convirtiendo en 1,35 en el último ejercicio de esa secuencia de más de una década, a razón de cinco céntimos por año. A la tarjeta bus no le fue diferente. Entonces eran 55 pesetas por viaje, 0,33 euros al cambio, y en trece años subió hasta los 0,74 actuales. Más del doble en ambos casos. ¿Y cuanto se incrementó el IPC en ese mismo periodo? Un 35,2% en el acumulado.

Todo en una franja temporal en la que hubo gobiernos con muchos de los partidos aragoneses en liza: del PSOE -entre el 2003 y el 2015-, con coaliciones con CHA (2003-2007) y con el PAR (2007-2011) incluidas, y también del PP de Luisa Fernanda Rudi y José Atarés (entre 1999 y 2003). Así que esta decisión meramente política siempre ha sido argumentada a favor y en contra. Si ahora toca cambiar la tendencia, será por algo más que porque suba el IPC interanual.

Otros factores sí pueden ser determinantes. Porque en estos seis años de congelación, el número de usos ha subido un 3,05% en el bus y del 3,7% en el tranvía. Este último, por ejemplo, entró en funcionamiento en el 2013 con la línea completa entre Valdespartera y Parque Goya. Juntos mueven hoy 2,4 millones de viajeros más que entonces. Y si hay más usos, ¿por qué subirlo? Otro factor puede ser el encarecimiento del combustible. La última gran subida, de hasta el 19% en el 2012, venía precedida de un aumento de más del 20% en el precio del diésel. El IPC ese año fue del 3%.