Lo que parecía poco probable hace unas semanas ya es una realidad. El Gobierno de Aragón aprobará esta semana un proyecto de presupuestos que pondrá fin a una larga etapa de discrepancias y desencuentros entre el PSOE y Podemos. El resto de trámites parlamentarios ya no requerirán de encuentros formales entre los dos partidos. Además, existe el compromiso de las cuatro formaciones progresistas en La Aljafería de aprobar un documento en el que ya se están incluyendo los acuerdos alcanzados con la formación morada. Los 33 diputados que se necesitan para superar la prórroga están garantizados.

Pero el proceso no ha sido sencillo. La lista de recelos y acusaciones es detallada. Y las posiciones en muchos casos han parecido irreconciliables. La última, aunque solo se alargara unos minutos, se produjo el pasado jueves en las Cortes de Aragón durante el debate parlamentario sobre el techo de gasto. El PSOE dio por perdido todo lo avanzado en los minutos que discurrieron entre el discurso del diputado de Podemos Héctor Vicente y la decisión de no votar sin salir de la cámara. El gesto descolocó a los socialistas, pero tras ella pudieron respirar tranquilos.

La propia secretaria de organización del PSOE, Pilar Alegría, se mostró extrañada por la inaudita acción parlamentaria. «La nueva política a veces tiene gestos que son difíciles de entender», aseguró. Pero el líder de Podemos, Pablo Echenique, se encargó de contextualizar su renuncia: «No hemos participado como signo de no reconocimiento de la troika en el parlamento aragonés».

La decisión de permanecer sentados en el escaño pero no pulsar ningún botón se tomó minutos antes del debate y estuvo motivada por el desconocimiento de la decisión que tomaría el resto de grupos. La presidenta de las Cortes y diputada de Podemos, Violeta Barba, consultó si esta posibilidad, el no voto, estaba permitida en el reglamento con la letrada mayor para dar el visto bueno.

Que los diputados de un partido se levanten y abandonen el hemiciclo para no figurar en alguna resolución con la que no están de acuerdo es una práctica habitual. Que todo un grupo parlamentario decida no participar pero sin dejar sus escaño, tiene pocos precedentes. En la práctica, contará como si los 14 diputados se hubieran ausentado. El investigador del departamento de Derecho Constitucional de la Universidad de Zaragoza, Pablo Guerrero, confirma este aspecto. «Los diputados solo tienen la obligación de asistir a los plenos, no la de votar», establece.

Pero queda la lectura política del gesto. Guerrero lamenta que no ejercer el derecho al voto se equipara con una abstención. Es dejar de tomar partido. «Ha sido algo controvertido porque normalmente es necesario tomar una decisión política sobre el voto», expresó. Además, dejó a Podemos sin explicación de voto, algo con lo que ya se contaba desde el principio, según el entorno de la presidencia de las Cortes.

Los servicios jurídicos de la institución entienden que el sistema, que obliga a pulsar dos veces el botón -para acreditar presencia y para ejercer el derecho-, en muchas ocasiones provoca que la decisión de un diputado no figure en el cómputo global. Y si desvirtúa el recuento se procede a la repetición de la votación. «No se puede obligar a un diputado a expresar su opinión», consideran.

Salvada esta discrepancia queda el debate parlamentario del presupuesto. Cuando la Junta de Portavoces acuerde su tramitación, los consejeros detallen las partidas y los partidos presenten las enmiendas. Y todo para levantar, casi medio año después y si todo va bien, la prórroga.