Lo que más sorprende de ella es la entereza de sus palabras, sobre todo cuando aseguraba que acababa de llegar a la ciudad y que no tenía más que patatas fritas y ocho yogures de marca blanca para comer durante todo el día. Ella y sus tres hijos, claro: Luis, Daniela y Kevin.

Marta Jaramillo dejó la localidad navarra de Tudela para coger lo poco que tenía, montar en un autobús y aterrizar en la capital aragonesa con 5 euros. "Cuando bajé del autocar no sabía dónde dirigirme, le dije a una señora que me indicara un sitio adónde pudieran ayudarme y me aconsejó venir al albergue", relató Marta.

Así que cogió a sus tres pequeños y hasta allí se fueron para alojarse. "Nos hemos instalado allí y por ahora estamos bien, pero no nos gustaría quedarnos allí mucho tiempo, tenemos que salir adelante". Sin embargo, ella reconoció que "es muy duro, porque nos ha cambiado la vida de repente y ahora no tenemos nada".

Marta vivía en Tudela y allí su marido trabajaba para ella y los tres niños, además ella también sacaba dinero de algún trabajo esporádico. Pero él empezó a cambiar y comenzó a tener comportamientos raros, hasta que terminó por maltratarles a ella y a sus hijos. "Yo no iba a soportar eso, porque ante todo somos personas. Ya no pude más y le he abandonado. Pero ahora me doy cuenta de que voy a tener que luchar mucho, por eso he buscado ayuda en los servicios sociales".

Esa misma tarde, Marta y sus hijos tendrían una entrevista con una trabajadora social de Cáritas para orientarle en su nueva andadura. Pero Marta sólo sabe limpiar, por lo que creía que tal vez tendrá problemas para encontrar trabajo. "Me gustaría trabajar limpiando casas, pero no soy exigente, trabajaría en cualquier cosa para alimentar a mis hijos".

Marta reconocía que su vida nunca ha sido la que había soñado. "Primero vine a España con mi marido y luego tuve que endeudarme hasta las cejas para poder traer a mis tres hijos a Tudela. Luego estuve un tiempo bien, pero otra vez tengo una gran incertidumbre y sigo endeudada. Tengo muchas preocupaciones".

Mientras Marta se lamentaba, Luis, Kevin y Daniela se frotaban las manos para evitar el frío y relataban lo bien que vivían en Navarra. "A veces íbamos a otros pueblos a jugar y teníamos muchos amigos, ahora igual no podemos ir a la escuela", comentaban entre ellos. Por eso, el sueño de esta familia es encontrar a alguno de sus compatriotas, ya que están seguros que les ayudarán. "Los ecuatorianos como yo siempre nos echamos una mano, espero que esta tarde la educadora nos dé alguna esperanza y pueda conocer a más madres como yo".