Tras crear una unidad canina para frenar la entrada de drogas en la cárcel de Burgos, donde se ha realizado una prueba piloto, Instituciones Penitenciarias ha decidido extender este servicio a otros centros de la geografía española, si bien ninguna de las tres prisiones aragonesas los tendrán por el momento. Sí las recibirán León, Palencia, Valladolid, Soria, las gaditanas Puerto I, Puerto II, Puerto III, Algeciras, Sevilla I, Sevilla II, Huelva y Badajoz.

Un anuncio que se produce después de que en la prisión de Zuera falleciera un recluso en su celda del módulo 8 el pasado 28 de diciembre. Murió, según fuentes penitenciarias, por una sobredosis. Un consumo de droga en el interior de esta cárcel que no es algo aislado. Muestra de ello la dio esta semana una forense del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA) durante un juicio a tres supuestos traficantes de drogas a los que detuvieron con más de 200.000 euros en diferentes sustancias estupefacientes.

Cuando los especialistas del IMLA les tomaron muestras de pelo ya en el interior de la cárcel donde se encuentran en prisión provisional pudieron observar que seguían siendo consumidores allí. Más concretamente de cocaína.

Servicio puntual

Mientras llegan esas unidades caninas consideradas una necesidad por los funcionarios de prisiones, el servicio lo realizan perros de la Guardia Civil y de la Policía Nacional con los que Instituciones Penitenciarias tienen suscritos acuerdos. La principal diferencia con la novedad implementada por el Ministerio del Interior es que, actualmente, son intervenciones en momentos puntuales.

Su actuación se limita a la zona de acceso a la cárcel para el control aleatorio de las visitas de familiares y amigos de internos que mantienen encuentros vis a vis con reclusos y de los que regresaban de permisos. Sin embargo, los planes de Instituciones Penitenciarias son que se extienda a módulos y celdas, donde se han incrementado las incautaciones de droga. Estos canes realizan el conocido como marcaje lapa. Si la sustancia está donde pueda tocarla, la marcan mirando al lugar donde se encuentra, mientras que si no pudiera llegar al foco de olor se quedan inmovilizados. Es su hocico lo que les permite llegar a zonas que con cacheos superficiales realizados por funcionarios están imposibilitados.

La droga es la segunda causa de muerte en prisión, según reconocen desde Interior. Aunque algunos fallecimientos registrados este año siguen pendientes de autopsia, 53 personas murieron a consecuencia del consumo de sustancias psicoactivas. La causa más numerosa es, sin embargo, la muerte natural (77 muertes en el 2019).

Durante el 2018, un 16,3% de internos fallecieron después de comunicar con sus familiares o después de regresar de un permiso. Hasta octubre -último mes recogido por la Administración- ese porcentaje se elevó a un 20,5%.

Drogodependencia

El último estudio realizado por Instituciones Penitenciarias concluyó que en el mes anterior al ingreso en la cárcel el 37,8% de los reclusos había tomado cannabis, el 50% cocaína, el 13,5% tranquilizantes sin recetar y el 12,2% heroína. El 58,7% de la población reclusa es policonsumidora.

Una vez en el interior de los centros el consumo se reduce, si bien, tal y como reconocen las autoridades, el 19,4% fuma cannabis y el 6,2% tranquilizantes no recetados. La heroína represeta un 2,8%, la cocaína en polvo un 1,4% y la base otro 1,4%. En la cárcel la vía principal empleada es la nasal para esnifar cocaína y fumada la mezcla de heroína y cocaína un 85,2%. El 0,2% lo hace por vía inyectada.

Reconocen que la mayoría de las sobredosis responden a "consumos de tranquilizantes, metadona y de otros opiáceos". Todos ellos no recetados.

Los presos reciben fármacos que se autogestionan

Para el sindicato Acaip Aragón la medida de crear una unidad propia de perros detectores de drogas es «más que una necesidad», puesto que, tal y como reconocen, «la gran afluencia de visitas en centros como Zuera impide realizar unos cacheos pormenorizados y se realizan superficiales y aleatorios».

Pero van más allá y exigen también más personal para hacer esas vigilancias, pero también para atender a los internos. «Ahora, por ejemplo, no hay médicos en la cárcel de Zuera durante los fines de semana por lo que se les suministra el viernes los fármacos a tomar y que estos se los administren durante tres días», señalan fuentes de Acaip.

«Esa falta de control lo que hace es que algunos internos se los tomen todos de vez, que se los guarden para ingestas masivas o que los revendan a otros reclusos porque la medicación es muy valiosa dentro». La falta de médicos también repercute en el personal de enfermería que se ve desbordado y que tiene que actuar ante una urgencia mientras se produce el traslado de la ambulancia.