Correo electrónico. Una ciudadana bien informada se guasea de mi aparente entusiasmo por la futura televisión autonómica ("¿entusiasmo de converso?", sugiere con ironía) y acaba la carta preguntándose y preguntándome si esa tele aragonesa será un factor de pluralidad informativa o acabará convertida en una caja de resonancia oficialista subarrendada a los medios de comunicación privados más potentes.

Buen planteamiento, sí señora. Y una duda más que razonable. En todo caso, yo sigo pensando a fecha de hoy que las televisiones públicas de carácter autonómico, sin ser una cosa extraordinaria, sí que han esponjado y dado un poco de variedad al panorama informativo español. En tal medida, algunas viejas reticencias mías respecto de la tele aragonesa se han disipado. O será que con la edad me voy reblandeciendo.

¿Podemos quedar chasqueados con esa televisión, en el caso de que por fin llegue a ser realidad? Pues es una probabilidad, sin duda. Por motivos que sería muy largo explicar, existen empresas de la comunicación y entidades financieras (a veces juntas unas y otras, a veces societariamente revueltas) que ya presumen de tener algún derecho de pernada sobre el nuevo proyecto informativo por más que éste sea público. Y, al mismo tiempo, es bien sabido que la mayor parte de los partidos políticos aragoneses (padres biológicos de la criatura) tienen querencia a los apaños con los poderes fácticos, esperando así poder controlar mejor a una ciudadanía a la que consideran demasiado exigente, exageradamente crítica y electoralmente impredecible.

El Tripartito catalán o la onda zapaterista que ya llega son interesantes impulsos de dinamización política y social que apuntan hacia la transparencia pública y la participación popular. Ojalá llegue por aquí algo de ese empuje y cuaje en la (¿deseada?, ¿polémica?, ¿inquietante?, ¿innecesaria?) televisión autonómica. También es una probabilidad, ¿no?