Hacer o torcer un puro habano es una actividad que todavía se realiza artesanalmente. Existen máquinas que suplen en parte al hombre, pero siguen siendo necesarios los llamados maestros torcedores, como Dariel Regal, joven cubano de 28 años que ha pasado esta semana por distintos estancos de Zaragoza haciendo demostraciones de su arte para elaborar manualmente los conocidos puros de su tierra natal.

«Se trata de un trabajo duro y sacrificado donde el resultado refleja el estado de ánimo», explica el torcedor en el estanco Zaragoza-009, donde estuvo el pasado viernes. «Las mayores dificultades son la humedad y el calor, que influyen en las hojas con las que se hacen los puros, y que hay que tener en cuenta para superar los procesos de verificación, que son muy rigurosos», señala.

A Dariel, que está recorriendo España con otra compañera torcedora, hacer un puro le cuesta alrededor de cinco minutos. Hay que respetar escrupulosamente las normas del oficio, dice, para que el habano salga bien, para que el «tiro» y la «quemada» sean las correctas y se superen los controles de calidad.

«Yo lo hago a mano de principio a fin, sin utilizar moldes», afirma, que utiliza cinco tipos distintos de hojas de tabaco (excepcionalmente seis) para hacer la «tripa» del puro. «Cada hoja tiene sus características propias y aporta una cosa distinta: el sabor, el aroma, la fortaleza, la combustión…»

Sse gana la vida haciendo puros con sus manos desde hace siete años. «Lo primero de todo es que el trabajo te tiene que gustar y luego viene sentirse satisfecho con la remuneración», subraya el torcedor, que a base de trabajar ha desarrollado «una gran sensibilidad en las manos». Esa cualidad es fundamental para que la «tripa» o cuerpo del habano tenga el mismo grosor en toda su longitud.

El viernes, en Zaragoza-009, Dariel Regal fue el centro de la atención. Entraban clientes a comprar tabaco y, al verme, se paraban a ver cómo torcía las hojas, sin perderse ninguno de sus movimientos. «Hasta los no fumadores se interesan por lo que hago y preguntan si realizo todo el proceso con las manos», comentó.

Dariel tuvo que seguir un curso de nueve meses para conseguir hacerse torcedor. «El periodo de formación puede durar más o menos tiempo, en función de la habilidad de cada cual».

Después vino la práctica diaria, las jornadas laborales en las que fue estilizando sus capacidades, en las que el conocimiento de la planta del tabaco tiene una gran importancia.

Dariel insiste en que, en materia de puros, existen «varias categorías, cada una con su calidad correspondiente». Menciona especialmente denominaciones como H. Upmann, Cohíba, Monte Cristo y Romeo y Julieta.

Curiosamente, muchas marcas o nombres comerciales tienen nombres de personajes literarios (ahí está también la de Sancho Panza) debido a que en Cuba se estila desde siempre la figura del lector, un trabajador que, mientras los demás tuercen habanos, lee en voz alta obras de ficción que les distraen y concentran a la vez.